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Primer Autódromo / Se cumplen 80 años de la inauguración del Autódromo de San Martín
Por: Bocha Balboni

Nuestro país tuvo su primer autódromo, una pista especialmente construida para correr carreras de autos, con piso mejorado, peraltes e instalaciones auxiliares, en San Martín Provincia de Buenos Aires, apenas pasando Av. Gral.Paz cerca de la Av. De los Constituyentes, vecino del predio que alguna vez ocupó General Motors.
         
Hasta ese momento las competencias se disputaban en ruta, a veces cerradas a tal efecto, otras con algunas mejoras, o en circuitos semipermanentes como nuestro ovalo del sur de la ciudad, que fue el único preparado ex profeso con tales características, también Rafaela, Morón y San Francisco intentaron construir sus pistas.
 
En ocasiones llegaron a disputarse pruebas en lugares cerrados utilizando hipódromos, como así la pista de la que se conocía como Sociedad Sportiva en Palermo, provista de tribunas y otras comodidades.
         
A medida que el entusiasmo por la actividad aumentaba se hizo necesario pensar en un sitio dedicado exclusivamente a las reuniones deportivas automovilísticas. El mayor problema era el capital necesario para el financiamiento de la magnitud de las obras que era necesario encarar.
         
En San Martín en terrenos cedidos por la familia Oliveira Cesar se planteó un rectángulo con un recorrido de 3000 metros y un ancho de 16 en su totalidad, se redondearon las esquinas al puro estilo Indianápolis, que se peraltaron a 35º, se empetroló el piso de tierra. Estaba atravesado por el arroyo Medrano, que aun a pesar de las obras que se hicieron le trajo serios inconvenientes. Ubicado entre las calles Junín, Estrada, Consituyentes y Savio, en esta última y Saavedra se ubicó el portal de ingreso.
         
Y a poco de comenzar la obra se advirtió que la tierra del lugar no era la adecuada, pero al no haber alternativas decidieron insistir en el lugar, que prometía ser económicamente sustentable por su cercanía con la Capital Federal.
         
Se instalaron tribunas de madera, la principal techada, torre de control también techada, un vallado similar a un hipódromo alrededor de la pista, un muro perimetral y pórtico en la entrada.

Así el 10 de julio de 1927, se realizaba la carrera inaugural, con el auspicio del Automóvil Club Argentino que arrojaría este resultado:

• 1º- Domingo Bucci / Hudson / 136,080 km/h
• 2ª - Prospero Pangaro / Bugatti 2.000 cc / 120,240
• 3ª - Gustavo Fernández / Bugatti 2.000 cc / 118,030
• 4º- Andrés Fernández / Chiribiri / 112,140

Leíste bien, y no te rías que no me equivoqué. CHIBIBIRI, esa era la marca del auto, hecho en Italia, por Antonio Chiribiri, fracasado fabricante de aviones devenido en constructor de autos. Máquina que pese a que su nombre suena a pájaro o gasesosa de antaño, fue la primer herramienta del genial Tazio Nuvolari.

El entusiasmo, las promesas, la dedicación y el sacrificio terminaron siendo mas grandes que los resultados económicos, por lo que la pista tras varios intentos de explotación, mejoras y reformas, cayó en  desuso.

El tal vez mas genial y conspicuo relator de aquellos tiempos, a quien ya nombráramos varias veces en estás páginas, Ricardo Lorenzo “Borocotó”, menciona textualmente: “se realizaron hasta carreras de bicicletas, pero nada resultó económicamente. Del aspecto deportivo pues, no nos quedaron muchos recuerdos por mas carreras de diverso tipo que se verificaron en el Autódromo de San Martín. Quedó en nuestros archivos mentales lo pintoresco”

A lo poco rentable de los espectáculos se sumaba el elevado costo de mantenimiento de la pista por las condiciones de la tierra en que estaba construido. El paso de las pesadas autos de esos días hería mortalmente el piso, se desprendían peligrosos cascarones sin encontrarse solución.

Muchos dirigentes intervinieron y se jugaron por este proyecto entre quienes podemos mencionar a la familia Oliveira César propietaria del predio, Paulino Furió, Rufino Luro, Pedro Malgor, Carlos Shaw, Raúl Cogan, Pedro Fiore, Carlos Saint, Eric Forrest Greene, en diferentes oportunidades e intentos pero todos con el mismo entusiasmo e interés por dotar a nuestra Argentina de una Autodromo para carreras al nivel de los mejores del mundo de entonces. Según crónicas de aquellos días Eric Forrest Greene era un especialista en ese autodromo, era siempre el que mejores tiempos obtenía.

La cercanía con la Capital Federal hacía que se reunieran allí periodistas, dirigentes y todo aquel que tenía algún auto, injerto o invento  que quería probar, nutriéndose así al ambiente de anécdotas y aconteceres de lo mas sabrosos.

Al decir de Borocotó uno de los más entusiastas dirigentes, Paulino Furió era un tipo muy alegre, y permanente relator de anécdotas “y hubiera sido pecado preguntar que viso de realidad tenían”

Inevitable lugar de reunión de la gente del ambiente con quienes experimentaban sobre como mejorar el rendimiento de aquellos bólidos. Y surgían así las anécdotas que el periodista atesoraba, como la de aquella tarde en que un novato apareció con un descomunal aparato, y Furió comentó por bajo: vayan avisando al hospital”...
         
Mal presentimiento que un aspirante a periodista muy joven no advirtió, subiéndose como acompañante. No alcanzaron a dar una vuelta cuando salieron disparados por el peralte. Afortunadamente solo rasguños fue el saldo, para los del género humano. El auto: destruido.

Fuentes consultadas:
Medio Siglo de Automovilismo Argentino (“Ricardo Lorenzo Borocotó”) Enciclopedia de Oro del automovilismo, Coche a la Vista.

 

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