ALGUNOS APUNTES SOBRE LAS CONTRAMEDIDAS EN LOS RALLIES:
Por Guillermo Fernández Boan

Los alumnos del curso sobre rallies de regularidad dictado en esta página web (que según me ha comentado el webmaster ya han llegado al medio millar) habrán tomado nota de mi insistencia en el aspecto que denominé “Sicología del Rally”.

Esto es, de la actitud que piloto y navegante deben tener (y mantener) durante la carrera, para evitar desalentarse ante sus inevitables errores, con la consecuencia, en tal caso, de incurrir en nuevos y sucesivos errores que los irán relegando en la clasificación.

Vale la pena ahora –que se acerca el período de receso competitivo estival- analizar con humor otro aspecto de la sicología del rally:

Las “contramedidas” de otros competidores y cómo evitar que éstas afecten nuestra actitud para correr eficientemente.
En estas líneas –que espero sean recorridas con una sonrisa- veremos solamente tres casos, pero todo aquél que ha corrido unos años seguramente podrá aportar unos cuantos más.

Primer contramedida: “Yo vengo a dar la vuelta”:

Charlando en el club con amigos y conocidos sobre una competencia futura, siempre vamos a encontrarnos con gente que mientras completa la planilla de inscripción nos dice algo así como:
-“Nooo...si yo vengo a dar la vuelta”.
Frase que suele acompañarse con un displicente gesto mímico, en el que simulan estar empuñando un imaginario volante con ambas manos, a la vez que giran la cabeza a uno y otro lado como si mirasen el paisaje a la vera de un no menos imaginario camino.
Créanme: Como dato de la realidad, prácticamente nadie busca un acompañante, se inscribe en un rally, paga la inscripción, pasa por el club dos días antes a retirar los números, prepara el auto, carga combustible, madruga el día de la carrera, etc. etc., solamente para “dar la vuelta”.
Lo que sí puede ocurrirles a los integrantes de cualquier equipo que largue una competencia, es que durante el recorrido se pierdan, tengan un desperfecto mecánico que los relegue, etcétera y entonces terminen “dando la vuelta”.

Pero esa es harina de otro costal.
Por cierto, no debemos confiarnos ante las manifestaciones previas de estos supuestos “paseantes”, porque sino, cuando estemos en el parque cerrado y llegue la hora de largada, vamos a quedarnos perplejos al ver como los que “venían a dar la vuelta” tienen los mejores relojes, cables de sincronización, pulsadores externos, planillas, calculadoras, reglas, apuntes... y cuando faltan treinta segundos para el “top” de largada, se atan la vincha como el popular Rambo, muerden el cuchillo y salen para comerse los chicos crudos.
Moraleja:

Todos corren en serio. Todos corren para ganarles. No piensen nunca otra cosa y se beneficiarán a la hora de los resultados.

Segunda contramedida: “Yo soy de madera”:

En general a estos personajes se los encuentra el día en que se retiran los números, con los ojos desorbitados, enterrando los incisivos en un Fáber amarillo y agarrando el Libro de Ruta al revés, como si fuese un manual de chino básico.
Cuando uno se acerca con buena voluntad, para enderezarles los papeles y desclavarles el lápiz de la glotis, cruzan los ojos bizcos y nos dicen con supuesto desconcierto, mientras nerviosamente se secan el sudor que a raudales les cae de las sienes:
-“Nooo...si yo soy de madera”.
“Pobre tipo, que difícil se le va a hacer el rally” nos vemos inclinados a pensar, no sin un dejo de peligrosa suficiencia.

Pero inevitablemente llega el día de la largada, y cuando nos acercamos piadosamente al que “era de madera”, para darle algunas palmadas amistosas y prodigarle unas finales palabras de aliento, lo encontramos al volante de un Austin Healey o un Alfa Duetto impecables, con Twinmaster, Speed Pilot, tres Mistral, dos pulsadores, auriculares con intercomunicador “piloto-navegante” y -si me apuran- hasta con un móvil de apoyo.
Es entonces cuando nos quedamos inmóviles mirando el espectáculo con la boca desencajada, casi como si estuviéramos en Houston frente al tablero de comando del transbordador espacial.
Y es –entonces- cuando nos damos cuenta que, al fin y al cabo, manejando tanto “fierro”, precisamente “de madera” no pueden ser...
Moraleja:
Yo no considero a nadie “de madera” hasta que en la planilla de cómputos de la carrera aparece “cola”. Es –ni más ni menos- lo que ustedes debieran hacer siempre.

Tercer contramedida: “El desmoralizador repentino”:

Para terminar estas viñetas, no puedo dejar de lado al inefable personaje que nos solemos encontrar en el Parque Cerrado y que -cuando circunstancialmente le pasamos cerca- interrumpe descomedidamente nuestro paso y nos enfrenta blandiendo la documentación de la carrera y diciendo, con gesto y ademán elocuentes:
-“Ché...que horror el Libro de Ruta...¿viste los tiempos?: Incumplibles.
Mientras los miramos impávidos, continúan:
-“¿Y los primes enganchados?...Noooooo....esto está hecho para los profesionales, para los que tienen todos los “fierros”.

Tímidamente intentamos musitar un comentario, pero continúan:
-“No, flaco. No tenemos nada que hacer.... Además me parece que uno de los P.P.I. es tan corto que no encontrás el tiempo y que en el último pusieron dos controles secretos...”
Nosotros, que estábamos esperando la hora de largada paseando tranquilos, tomando un café y acaso comiéndonos una medialuna, sentimos que la factura se nos atraganta, aplastamos nerviosamente la tacita de café (calcinándonos la mano en la acción) y salimos corriendo para el baño a interrumpir imperativamente a nuestro navegante, al grito de:
-“Ché...parece que el Libro de Ruta lo vimos todo mal...me dijo Rupérez algo de los primes enganchados... y de los tiempos....vamos muertos creo”.

Por cierto, es muy malo salir así a correr, porque al primer error que cometamos (como todos los cometemos, mas aún si hemos sido inducidos), vamos a tentarnos a bajar los brazos.
Les recomiendo entonces mantener la calma, dejar el pocillo y la medialuna (y si era de las grasientas, tanto mejor) en la capota del auto del Desmoralizador Repentino y encararlo sin temor, diciéndole con gesto de superioridad (mientras le manoteamos el Libro de Ruta) algo así como:
-“A ver, cuál es la parte que no entendés...”.
El noventa por ciento de las veces el individuo –sorprendido con el contraataque- nos saldrá con un titubeo de este estilo:

-“Mirá... no sé... a mí me dijo mi hijo... que es el que lo analizó recién... yo de esto mucho no entiendo...”
En ese caso, ustedes deben mirarlo fijamente a los ojos y devolverle con firme ademán el Libro de Ruta diciéndole (sin perder nunca el tono de suficiencia ni bajar la vista):
-“Cuando lo veas a tu hijo, decile que lo analizó mal”.
Moraleja final:
Si ustedes han estudiado cuidadosamente el Libro de Ruta, encaren la competencia con confianza. No se dejen asustar por temores de terceros, porque si no son fundados, ningún sentido tendría asustarse.
Y en el muy poco probable caso de que lo fueran, de poco les serviría, a último momento, preocuparse por improvisar soluciones abandonando el plan de carrera que han diagramado para toda la competencia.

Hasta la próxima.

Guillermo Fernández Boan - 2003