Los alumnos del curso sobre rallies
de regularidad dictado en esta página web (que según
me ha comentado el webmaster ya han llegado al medio millar)
habrán tomado nota de mi insistencia en el aspecto
que denominé “Sicología del Rally”.
Esto es, de la actitud que piloto y navegante deben tener
(y mantener) durante la carrera, para evitar desalentarse
ante sus inevitables errores, con la consecuencia, en tal
caso, de incurrir en nuevos y sucesivos errores que los irán
relegando en la clasificación.
Vale la pena ahora –que se acerca el período
de receso competitivo estival- analizar con humor otro aspecto
de la sicología del rally:
Las “contramedidas” de otros competidores y cómo
evitar que éstas afecten nuestra actitud para correr
eficientemente.
En estas líneas –que espero sean recorridas con
una sonrisa- veremos solamente tres casos, pero todo aquél
que ha corrido unos años seguramente podrá aportar
unos cuantos más.
Primer contramedida: “Yo
vengo a dar la vuelta”:
Charlando en el club con amigos
y conocidos sobre una competencia futura, siempre vamos a
encontrarnos con gente que mientras completa la planilla de
inscripción nos dice algo así como:
-“Nooo...si yo vengo a dar la vuelta”.
Frase que suele acompañarse con un displicente gesto
mímico, en el que simulan estar empuñando un
imaginario volante con ambas manos, a la vez que giran la
cabeza a uno y otro lado como si mirasen el paisaje a la vera
de un no menos imaginario camino.
Créanme: Como dato de la realidad, prácticamente
nadie busca un acompañante, se inscribe en un rally,
paga la inscripción, pasa por el club dos días
antes a retirar los números, prepara el auto, carga
combustible, madruga el día de la carrera, etc. etc.,
solamente para “dar la vuelta”.
Lo que sí puede ocurrirles a los integrantes de cualquier
equipo que largue una competencia, es que durante el recorrido
se pierdan, tengan un desperfecto mecánico que los
relegue, etcétera y entonces terminen “dando
la vuelta”.
Pero esa es harina de otro costal.
Por cierto, no debemos confiarnos ante las manifestaciones
previas de estos supuestos “paseantes”, porque
sino, cuando estemos en el parque cerrado y llegue la hora
de largada, vamos a quedarnos perplejos al ver como los que
“venían a dar la vuelta” tienen los mejores
relojes, cables de sincronización, pulsadores externos,
planillas, calculadoras, reglas, apuntes... y cuando faltan
treinta segundos para el “top” de largada, se
atan la vincha como el popular Rambo, muerden el cuchillo
y salen para comerse los chicos crudos.
Moraleja:
Todos corren en serio. Todos corren para ganarles. No piensen
nunca otra cosa y se beneficiarán a la hora de los
resultados.
Segunda contramedida: “Yo
soy de madera”:
En general a estos personajes se
los encuentra el día en que se retiran los números,
con los ojos desorbitados, enterrando los incisivos en un
Fáber amarillo y agarrando el Libro de Ruta al revés,
como si fuese un manual de chino básico.
Cuando uno se acerca con buena voluntad, para enderezarles
los papeles y desclavarles el lápiz de la glotis, cruzan
los ojos bizcos y nos dicen con supuesto desconcierto, mientras
nerviosamente se secan el sudor que a raudales les cae de
las sienes:
-“Nooo...si yo soy de madera”.
“Pobre tipo, que difícil se le va a hacer el
rally” nos vemos inclinados a pensar, no sin un dejo
de peligrosa suficiencia.
Pero inevitablemente llega el día de la largada, y
cuando nos acercamos piadosamente al que “era de madera”,
para darle algunas palmadas amistosas y prodigarle unas finales
palabras de aliento, lo encontramos al volante de un Austin
Healey o un Alfa Duetto impecables, con Twinmaster, Speed
Pilot, tres Mistral, dos pulsadores, auriculares con intercomunicador
“piloto-navegante” y -si me apuran- hasta con
un móvil de apoyo.
Es entonces cuando nos quedamos inmóviles mirando el
espectáculo con la boca desencajada, casi como si estuviéramos
en Houston frente al tablero de comando del transbordador
espacial.
Y es –entonces- cuando nos damos cuenta que, al fin
y al cabo, manejando tanto “fierro”, precisamente
“de madera” no pueden ser...
Moraleja:
Yo no considero a nadie “de madera” hasta que
en la planilla de cómputos de la carrera aparece “cola”.
Es –ni más ni menos- lo que ustedes debieran
hacer siempre.
Tercer contramedida: “El
desmoralizador repentino”:
Para terminar estas viñetas,
no puedo dejar de lado al inefable personaje que nos solemos
encontrar en el Parque Cerrado y que -cuando circunstancialmente
le pasamos cerca- interrumpe descomedidamente nuestro paso
y nos enfrenta blandiendo la documentación de la carrera
y diciendo, con gesto y ademán elocuentes:
-“Ché...que horror el Libro de Ruta...¿viste
los tiempos?: Incumplibles.
Mientras los miramos impávidos, continúan:
-“¿Y los primes enganchados?...Noooooo....esto
está hecho para los profesionales, para los que tienen
todos los “fierros”.
Tímidamente intentamos musitar un comentario, pero
continúan:
-“No, flaco. No tenemos nada que hacer.... Además
me parece que uno de los P.P.I. es tan corto que no encontrás
el tiempo y que en el último pusieron dos controles
secretos...”
Nosotros, que estábamos esperando la hora de largada
paseando tranquilos, tomando un café y acaso comiéndonos
una medialuna, sentimos que la factura se nos atraganta, aplastamos
nerviosamente la tacita de café (calcinándonos
la mano en la acción) y salimos corriendo para el baño
a interrumpir imperativamente a nuestro navegante, al grito
de:
-“Ché...parece que el Libro de Ruta lo vimos
todo mal...me dijo Rupérez algo de los primes enganchados...
y de los tiempos....vamos muertos creo”.
Por cierto, es muy malo salir así a correr, porque
al primer error que cometamos (como todos los cometemos, mas
aún si hemos sido inducidos), vamos a tentarnos a bajar
los brazos.
Les recomiendo entonces mantener la calma, dejar el pocillo
y la medialuna (y si era de las grasientas, tanto mejor) en
la capota del auto del Desmoralizador Repentino y encararlo
sin temor, diciéndole con gesto de superioridad (mientras
le manoteamos el Libro de Ruta) algo así como:
-“A ver, cuál es la parte que no entendés...”.
El noventa por ciento de las veces el individuo –sorprendido
con el contraataque- nos saldrá con un titubeo de este
estilo:
-“Mirá... no sé... a mí me dijo
mi hijo... que es el que lo analizó recién...
yo de esto mucho no entiendo...”
En ese caso, ustedes deben mirarlo fijamente a los ojos y
devolverle con firme ademán el Libro de Ruta diciéndole
(sin perder nunca el tono de suficiencia ni bajar la vista):
-“Cuando lo veas a tu hijo, decile que lo analizó
mal”.
Moraleja final:
Si ustedes han estudiado cuidadosamente el Libro de Ruta,
encaren la competencia con confianza. No se dejen asustar
por temores de terceros, porque si no son fundados, ningún
sentido tendría asustarse.
Y en el muy poco probable caso de que lo fueran, de poco les
serviría, a último momento, preocuparse por
improvisar soluciones abandonando el plan de carrera que han
diagramado para toda la competencia.
Hasta la próxima.
Guillermo
Fernández Boan - 2003
|