"EL AUTO FANTÁSTICO"
Por: Guillermo Fernández
Boan
La historia de hoy, como solemos leer en los créditos
de las películas, es pura ficción. No tiene
relación con personas o autos reales, al menos con
personas o autos radicados en nuestra querida Argentina. Cualquier
especulación que quisiera hacerse en tal sentido debe
atribuirse al mero azar y el autor deslinda cualquier responsabilidad
al respecto.
Su ambientación en territorio
nacional no es más, entonces, que una licencia para
transmitir mas directamente el relato, al estilo de esas películas
extranjeras traducidas al español, que nos evitan la
molestia de leer el subtitulado.
Resulta que un buen día nos
encontramos recorriendo con un amigo una exposición
de automóviles clásicos, y para nuestra sorpresa
vemos expuesto un automóvil fabuloso. Nos acercamos
y leemos, en un cartel apoyado frente al auto, el nombre e
historia del vehículo. Resulta ser nada menos que la
fantástica "Mangosta" de "Tomaschiello",
legendario corredor de nuestras rutas, fallecido un año
atrás en el hogar de ancianos "La Pasión",
de Temperley.
¡Si hasta hay, al lado del
cartel, una foto en la que aparece el famoso volante, en silla
de ruedas y envuelto en un batón, abrazado al dueño
del auto, que reluce como fondo de la simpática toma!
Mudos de asombro, dirigimos a nuestro
amigo una expresión de sorpresa, y nos responde con
un guiño de suficiencia: -Viste, apareció nomás
la Mangosta de Tomaschiello.
Damos una vuelta al auto, absortos.
Espiamos bajo el capot de aluminio...curioseamos dentro del
habitáculo...por fin nos retiramos, fascinados, recordando
con emoción viejas páginas amarillentas de "El
Gráfico" de nuestra época de pibes, Toddy
y tortas fritas a la vuelta de la escuela.
Nuestro amigo, que siempre está
de vuelta cuando nosotros ni empezamos a ir, cuenta la historia.
- A este tipo le hicieron una nota
el mes pasado en "Supercoches", parece ser que este
auto, o al menos la trompa y las puertas, aparecieron en la
demolición de un galpón de la calle Warnes.
El dueño del auto (acá nombra al propietario
de la joya) pasaba justo por ahí buscando un filtro
de aire para su Alfetta, cuando vio que de adentro de un volquete
asomaba una parte del auto. Se acercó a los operarios
y dándoles diez guitas le dejaron llevarse lo que había.
- Casualmente se le arrimó
entonces una vecina que estaba sacando del volquete un antiguo
jaulón para loros y señalando los despojos del
vehículo le dijo: -¿le interesa algo mas de
ese auto?
- Resultó ser que la señora
tenía en su casa, debajo de la parra, el block original,
y adentro de los cilindros colocaba macetitas con malvones,
siguió diciendo nuestro amigo.
- El cigüeñal, la tapa
y una de las ruedas que usaron para copiar las restantes-
aparecieron en la carnicería de la esquina...fijate
que a la rueda la usaban como base de la ganchera....
Lo interrumpí: - Pero....y
las butacas, los cinturones....el tablero...
- Pará, pará, dijo
mi amigo, no seas tan ansioso, resulta ser prosiguió-
que el que era socio del dueño del galpón que
estaban demoliendo, cuando dividieron el negocio, se llevó
a San Luis una cantidad de cosas. El que encontró las
puertas y la trompa del auto consiguió por el cuñado
del carnicero una dirección que guardaba en esas libretas
de fiado que se usaban hace treinta años ¿te
acordás?, y ahí no mas el tipo se mandó
para San Luis.
¿Y encontró algo?, pregunté intrigado.
- ¿Si encontró algo?,
rió mi amigo...no lo vas a creer: La dirección
que le habían dado era vieja, ahora hay allí
creo que una curtiembre o algo así. Bueno, el tipo
entró a preguntar y consiguió que le dieran
el domicilio que buscaba. Cuando se estaba yendo, de casualidad
vió en un rincón del fondo del local, medio
tapadas por unos cueros apolillados, las dos butacas, con
los arneses arrollados arriba de una de las dos. Parece que
las habían estado por tirar al tacho una pila de veces
pero, viste, en el interior son tan fiacas para todo, la cosa
es que las habían dejado ahí juntando mugre.
Habíamos llegado al bar de
la muestra, donde paramos a tomarnos un café.
- Resumiendo, concluyó mi
amigo su relato, en una insólita sucesión de
hechos, y con mucho esfuerzo de su parte, este hombre consiguió
casi la totalidad de las partes del auto.
- Te digo más: Así,
como lo ves hoy, está en venta y creo que pide....-pensó-
no se si trescientas... o trescientas cincuenta lucas...
Se me escapó un suspiro, que
no pasó inadvertido a mi amigo, que sentenció:
- Que menos querés, pensá qué pedazo
lindo de historia te llevas por esa plata...
Nos separamos, cada uno siguió
viendo la exposición por su lado, y al atardecer, a
esa hora en que hasta el aire toma un cierto tono a bronce,
volví a acercarme al auto.
Tan curiosamente completo, tan extrañamente
impecable, tan sospechosamente reluciente...
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Conclusión (¿moraleja?): Esta historia tiene
una peculiaridad: Es por completo ficticia, pero ha ocurrido
tantas veces...
Eso sí, caro lector: No espere
que a usted le pase.
Con un poco de suerte y algunos rezos,
que nunca están de más, cuando lleve su auto
a restaurar (en mal estado, sí, pero "completo")
le perderán pocas cosas (algún tornillo, alguna
perillita).
Usted nunca va a encontrar la radio
Becker original de su Mercedes en el quiosco de quiniela de
la otra cuadra, ni el diario íntimo de Jackie Ickx
en la guantera del Porsche 356 que compró el mes pasado.
Historias como la que le acabo de
contar...no nos pasan a todos.
Eso sí, si algún día
la Diosa Fortuna le pone medio millón en las manos...no
ponga trescientos cincuenta mil en la "Mangosta"
de Tomaschiello.
Hasta la próxima.
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