TRAYECTORIA DEPORTIVA DE UN DIRIGENTE ENTUSIASTA
 (A propósito de cumplir 50 años la Asociación Argentina de Automóviles Sport)
Por: Julio M. Méndez Peralta Ramos

 

Allá por 1960 una nueva entidad fundada el 25 de mayo de 1958, la Asociación Argentina de Automóviles Sport, organizó en el Autódromo de Buenos Aires su primera reunión automovilística para coches sport, a la que concurrí motivado por la pasión que siento por esta categoría. Cuando llegué me encontré con varias sorpresas inesperadas.

La primera de ellas fue la perfecta organización que habían montado sus dirigentes, encabezados por su presidente y fundador, el comandante Ildefonso Durana, ya que al comprar la entrada me entregaron un programa, que aun guardo, con la nómina de los inscriptos y los horarios de las distintas competencias. La segunda fue el cumplimiento de éstos con rigurosa exactitud, diria inglesa. En aquel entonces, estas dos atenciones que debían ser una elemental forma de respetar al público nunca se cumplían, sobre todo la última, porque invariablemente cada vez que había carreras en el Autódromo, no importara quién las hiciera, los horarios eran una mera referencia, el fastidio de los espectadores por la espera se había transformado en una costumbre habitual y la poca información que se les daba también.

Las competencias resultaron muy entretenidas porque hubo autos de distintas cilindradas, antigüedad y potencias agrupados en las nuevas categorías que habían ideado los noveles dirigentes, posteriomente muy elogiado y destacado por la prensa especializada. Como dato anecdótico, en esa reunión se produjo el primer triunfo de una mujer en la Argentina en una carrera de velocidad pura. Fue el de Aneliesse Hartenau, con un Porsche-Gordini sport construido por el ingeniero Kurt Delfosse.

A esta reunión siguieron otras similares con singular éxito por lo que decidí enviar una carta al Club felicitándolo y de paso averiguar las condiciones que debía cumplir si quería hacerme socio, la que fue contestada inmediatamente por Durana, al tiempo que me invitaba a concurrir cuando yo quisiera para conocer la sede, en ese momento en la calle Guayaquil, y concretar mi deseo. Después de analizarlo, por una cuestión de pudor decidí llamarme a silencio porque calculé que mi colaboración iba a ser nula: no sabía manejar, por consiguiente no tenía registro, era muy joven y ni siquiera tenía posibilidades de comprarme un auto. Lo único que hice fue conservar la carta como un recuerdo ante tanta gentileza y continuar concurriendo como espectador cada vez que hubiera carreras.

Muchos años después, ya casado y con hijos grandes pero con el mismo entusiasmo de siempre, pude cumplir mi deseo y me hice socio. Ya Durana hacía tiempo que se había retirado del automovilismo como piloto-constructor y dirigente dedicándose a su otra vocación, la aviación. Fue en oportunidad de una invitación que le hizo el Club para festejar un aniversario del Rally del Sesquicentenario, organizado por su iniciativa en agosto de 1960, que tuve el gusto de conocerlo personalmente y al saludarlo le recordé el episodio de su carta que quedó sin contestar.
                                                               
Pero el motivo central de esta nota y en homenaje a los 50 años de la fundación de la Asociación, más que como dirigente, me voy a referir a su actuación deportiva.

Debutó el 29 de julio de 1956 en el IV Premio Invierno corrido en el Autódromo con un automóvil construido por él. Se trataba de una barchetta con motor Mercury, de líneas agradables y se clasificó 11º. Luego, el 12 de octubre de ese año en el Primer Premio Primavera organizado como el anterior por el C.A.S. fue clasificado 9º a pesar de no haber podido terminar la carrera por sufrir su automóvil un principio de incendio que logró sofocar.

Al año siguiente corrió solamente el V Premio Invierno y logró un noveno puesto. En 1958 su única actuación fue en los 300 Kilómetros del Buenos Aires Moto Club en el Autódromo, en la que los coches sport participaron junto con los de Mecánica Nacional, abandonando en la primera serie. Siempre con su Mercury Durana.

Su concurrencia fue más asidua en 1959. En el Premio ALPI disputado en la Costanera Norte se clasificó 8º por tiempo neto y 13º por handicap. Dos meses después se inscribió en las 500 Millas de Rafaela para lo cual llevó andando su automóvil con el motor recién armado pero éste tuvo un inconveniente y lo dejó sin poder largar. No obstante al mes siguiente se presentó en el circuito Real de San Carlos en Colonia (Uruguay) obteniendo un meritorio 6º puesto. A continuación corrió en Rosario logrando el 7º puesto por tiempo neto y el 5º por handicap.      

En 1960 lo encontramos clasificado 4º en el circuito del Bosque en La Plata y 5º en la primera carrera nocturna organizada por “su” Club en el Autódromo de Buenos Aires.

Hace un paréntesis en su actividad deportiva porque decide cambiar el motor Mercury por un Chevrolet, incorporándole frenos a disco, asesorado por el ingeniero Roura, resultándole imposible participar el 3 de junio de 1962 en el Autódromo por no estar terminados los trabajos. Recién lo puede hacer en la reunión del  2 de septiembre de ese año abandonando. Y llega 1963 donde logra sus mejores clasificaciones: 4º en el Autódromo, 3º en un circuito costanero en Chascomús y 2º nuevamente en el Autódromo, detrás de Néstor Salerno y su Maserati 200 Si, dando fin a su actividad como piloto y dejando como legado un Club, su entusiasmo y sus ideas.

Ildefonso Durana había nacido en Pehuajó, Provincia deBuenos Aires, el 23 de marzo de 1925 y murió el 5 de abril de 2003.

 

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