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MIS PRIMEROS 40 AÑOS CON LOS AUTOMOVILES
Por: Hugo Semperena

Capítulo 6

CHAU "LOCURAS..."

Como ya les había dicho, a partir del año 1971 comienza en mí una especie de fiebre hacia todo lo relacionado con el automovilismo.

Esto se concreta al pasar a ser un lector (devorador) de la inolvidable "Automundo", "Corsa", e incluso de "Coche a la Vista", esta última en forma de revista (la recuerdan?).

Pero además de lo relacionado con el automovilismo deportivo (especialmente Europa), también se descubre en mí una inquietud hacia aspectos relacionados con la historia del automóvil. Notas sobre marcas de todos los tiempos, grandes carreras, cronologías, comienzan a entusiasmarme y demasiado.

En el caso particular de "Corsa", y en especial un miembro de su Staff por aquellos tiempos (el recordado Enrique Sánchez Ortega), quién comenzó a "pilotear" y difundir el amor por los autos antiguos. Creador de la sección "Viven Aquí", "Corneta Vintage" y popularizando una actividad que hasta esos tiempos era todavía apenas incipiente, o bien reservada para una selecta minoría.

Recuerdo un artículo del año 1970 titulado "Viven Aquí... y el ACA los deja morir", relacionado con el estado de abandono que mostraban los autos propiedad del ACA recibidos en donación (Colección Escasany, Bomberos de la Boca) o de su parque deportivo (Ferrari 1949, Maserati 4CLT, etc.), los cuales agonizaban en un playón de la Filial Vélez Sarsfield en Barracas.

Al menos en mi caso, fue éste un gran estímulo para comenzar a tener en cuenta y localizar autos antiguos.

Obviamente en mí esto se potenció a extremos tales como por ejemplo bajar repentinamente de un colectivo para ver un auto antiguo estacionado. Viajar hacia distintos lugares del Gran Buenos Aires para ver un auto que había sido publicado en alguna sección de Avisos Clasificados de diarios o revistas.

 

Recuerdo un acontecimiento que creo fue el que me hizo definitivamente profundizar en esto.

Un día aparece en Corsa en la sección "Correo de Lectores" una carta de un joven preguntando si se sabía cuántas marcas de autos habían existido. Personalmente él había recopilado hasta llegar si mal no recuerdo a 350 marcas diferentes.

La respuesta de la revista fue que ese número era muy bajo, y que no existía un dato preciso sobre tal inquietud. Al poco tiempo, publicó una nota relacionada con este tema, en donde si bien no se listaban marcas, se mencionaban marcas curiosas (por ejemplo nombres de personas, expresiones, humorísticas), y donde se aventuraba a decir que bien se podía hablar de alrededor de 5000 marcas de autos.

Esto para mí constituyó un desafío. Recuerdo que tomé un cuaderno, le asigné a cada hoja una letra, y comencé mi inventario. Para ello, revolví, revisé cuanta publicación de automóviles apareciera, y semanalmente iba actualizando (manualmente) los cómputos. Más o menos durante un año estuve con esta tarea, y creo haber llegado a cerca de 1500, hasta que ya no pude seguir más.

Al mismo tiempo, también comencé a recopilar fotos de autos de distintas marcas y modelos, las cuales fui pegando en diferentes álbumes por época. Aún los conservo y realmente hay una gran variedad, incluso fotos o grabados que no volví a ver en otras publicaciones.

Hasta que en el año 1973, se produce en mí un gran avance en esto de la pasión por los autos antiguos, y todo lo relacionado con la Historia del Automóvil.

Hasta ese entonces, además de revistas de automovilismo, era un consumidor de historietas, tales como "Patoruzú", "Patoruzito", y por supuesto "Locuras de Isidoro". En este último caso tenía la colección completa, la cual cuidaba celosamente, y leía y releía de tanto en tanto.

Sin embargo, un día caminando por las galerías subterráneas que se encuentran debajo del Obelisco, descubro en un puesto de venta de libros y revistas (que aún existe), la colección de 6 tomos "Autorama" editada por Editorial Codex, totalmente encuadernada y en estado impecable (había sido impresa a fines de 1968).

Yo ya había tenido oportunidad de hojear algunos fascículos de esta colección, y realmente estaba muy interesado en ella.

Dado que su costo era al menos para mí bastante elevado (tenía apenas 15 años y poder adquisitivo muy limitado a algunos pocos ahorros), acordé con el vendedor un negocio trascendente: cambiar la colección de "Locuras de Isidoro" por la Autorama, más un pequeño adicional en pesos (que sí tenía).

A partir de ahí, ya me convertí decididamente en un apasionado por la historia del automóvil, y comencé a adquirir otros libros y publicaciones relacionadas (Enciclopedia Salvat del Automóvil, libros ingleses, americanos, etc.).

Paralelamente, comencé a recorrer lugares de Capital y Gran Buenos Aires, debido a algún aviso clasificado ofreciendo un auto antiguo más o menos raro.

Recuerdo haber ido hasta Paso del Rey a ver un Flint Doble Faeton 1926 muy original, un Renault de 1910 entre Lanús y Remedios de Escalada a metros de la Avenida Pavón, un curioso Jewett Faetón en Parque Chacabuco, un Tatra en Primera Junta, los Saab de Isidoro Demaría y Planes en Caballito, un impecable Cord en la calle Bogotá en Flores, el Roosevelt de la calle Velazco, el Peerless de Pompeya, la hermosísima Packard Victoria de la calle Condarco en Villa del Parque, los autos que tenía Mendizábal en Morón, el garage de Monseñor D'Andrea en Avellaneda, los autos de Alegre en Constitución, etc., etc.

Como podrán ver, era una época en que aparecía en el diario este tipo de autos, a los cuales uno encontraba estacionados en la calle, y al alcance de la mano.

Obviamente yo era menor de edad y por supuesto no iba con la intención de compra. Simplemente trataba de conocer el auto, escuchar la experiencia de sus dueños, ilusionarme con poder tener algún día uno de ellos. (algo que afortunadamente con el tiempo pude lograr).

Otra reflexión: Dónde estarán todos esos autos hoy...


LLEGAN LAS CUATRO RUEDAS PROPIAS

Una de las tantas promesas que había hecho y afortunadamente pude cumplir, era que al día siguiente de cumplir los 18 años iba a sacar el Registro de Conductor.

En ese aspecto mi padre fue muy estricto (y se lo agradezco infinitamente). Antes de los 18 años, no tuve acceso a manejar en la vía pública (aunque sabía hacerlo); sin embargo la promesa era que una vez que tuviera el registro el auto de él estaba a mi disposición.

Y así fue. El 26 de febrero de 1976 a las 8 de la mañana, estaba en la Costanera Sur rindiendo el examen y obteniendo el tan anhelado registro, que para mí significaba el logro máximo.

Por supuesto, mi padre cumplió su promesa y pude acceder a un muy lindo Peugeot 404 modelo 1969 color celeste metalizado, al cual le incorporé un volante deportivo, algunos relojes adicionales, y un pasacassettes.

Si bien antes de esta fecha no pude manejar en la vía pública, durante los tres meses de verano del 75 y del 76, trabajaba en la Playa de Estacionamiento que tenían mi padre y Santiago en la zona del Congreso Nacional.

Ahí tuve la oportunidad de aprender a manejar, maniobrar y acomodar todo tipo de coches con una rapidez y precisión tal, que al momento de ir a sacar el registro, la prueba de estacionamiento la hice casi con los ojos cerrados.

Esa experiencia me ha servido para siempre en lo que respecta a referencias para atrás y delante del auto, saber embocar los huecos donde parece que el auto no pasa, y obtener un dominio de toda la superficie del auto muy importante.

Entre los autos que manejé estuvieron todos los industria nacional, gran cantidad de importados europeos y americanos, cajas manuales y automáticas, etc.

Para rescatar: por un lado los simpáticos Citroen 2CV y 3CV, en los cuales al cerrar la puerta se caía el vidrio lateral que estaba plegado hacia arriba, y al arrancar salía a modo de "galope" a los saltitos.

Por otra parte, recuerdo haber manejado un Chevrolet Camaro casi nuevo en ese momento, línea nueva (el radiador pequeño y en punta) y caja automática. Obviamente lo traté con la punta de los dedos, evitando cualquier roce.

También de esos años recuerdo lo que yo considero la vez que viajé a más alta velocidad en un automóvil.

Habíamos ido a Mar del Plata con Horacio para Semana Santa. El viaje lo decidimos sobre la hora, y por supuesto no teníamos pasaje. La ida fue en tren, pero no en el rápido promocionado como "a Mar del Plata en 4 horas y un ratito", sino en un lechero que paraba hasta en las esquinas y que tardó casi 12 horas. Ocurre que para ese tren la venta de pasajes era en el mismo día. No había otra posibilidad.

Nos quedaba la vuelta. De conseguir pasajes ni hablar. Milagrosamente, encontré a un amigo de mi padre que, si bien no regresaba el mismo domingo, conocía unas personas que sí lo hacían.

Nos reunimos con ellos el domingo por la tarde y los esperamos dentro del auto, ya que ellos iban a la "casa de piedra" a probar suerte. El auto era una Cupé Torino del año anterior (casi nueva). Como a las 11 de la noche aparecen por el auto y emprendemos viaje. Estos señores nos acercaban hasta Florencio Varela, y desde ahí nosotros (colectivo Río de la Plata de por medio) llegábamos a Buenos Aires.

Si bien durante el viaje dormimos, en algunos momentos tanto Horacio como yo vimos que el velocímetro marcaba 230Km. (casi el tope). Desconozco cuanto desvío tendría sobre la velocidad real, pero recuerdo que con Horacio preferimos no volver a mirar y dormir...

Durante 1976 y 1977 seguí trabajando con mi padre, tanto en la Playa de Estacionamiento como en una Agencia de Quiniela y Lotería.

Sin embargo, a mediados de 1978, consideré oportuno cambiar a un trabajo más "en serio", ya que me encontraba por ese entonces promediando la carrera de Contador Público, y buscaba algo más relacionado con los estudios.

Un domingo aparece un aviso bastante importante en el diario Clarín, el cual decía "Importante Organización de Servicios busca estudiantes de Ciencias Económicas para incorporar a su departamento contable. Presentarse en Tagle 2640".

En un principio yo no sabía de qué se trataba. Cuando llegué al lugar, no lo podía creer: se trataba del Automóvil Club Argentino. La mejor opción que podía elegir, al menos en esos tiempos, ya que por un lado tenía relación con mis estudios, y además justo en la entidad más relacionada al mundo del automóvil.

Ahí pasé más de 7 años en donde además de progresar profesionalmente, me permitió relacionarme a todo ese mundo maravilloso del automovilismo.

Largadas de Rallys, Fórmula 1, la biblioteca, el museo, etc., etc.

Gracias a mis esfuerzos laborales, en 1980 pude acceder a mi primer auto propio, el cual obviamente no podía ser un auto cualquiera.

Resulta que mi primo Jorge había armado una especie de "Street Rod" basado en un casco de Chevrolet 1929 Sedan 2 Puertas con toda la mecánica Peugeot 504 (motor, caja, diferencial, dirección, sistema de frenos), y me había entusiasmado la idea de armar algún engendro parecido. (por ese entonces ni me imaginaba que dicho auto -en adelante denominado "el cuadrado"- iba a terminar siendo mío algún tiempo después).

Recuerdo que hojeando libros y revistas, descubro una versión cerrada de MG. Se trataba de una cupé de una sola ventana (algo similar en su concepción al Fiat Topolino). Por supuesto que era bastante difícil encontrar ese tipo de autos. En eso me encontraba cuando apareció un aviso ofreciendo un Citroen 11 Ligero 1947. Ahí se me ocurrió la idea de cortar el auto (hacerlo cupé dos puertas), aprovechando que no tenía cardán ( traction avant ).

Era muy gracioso, ya que había dibujado el auto de perfil, y plegando la hoja me quedaba la cupé 2 puertas deseada.

Al mostrar esto a mis compañeros de trabajo, se reían bastante ya que obviamente era muy fácil hacerlo en el papel, pero llevarlo a la práctica...

El tema fue que finalmente compré el Citroen. El auto estaba bastante bien de casco, pero el motor dejaba mucho que desear.

Distintas personas me fueron desalentando de hacer tal invento, ya que además de lo complicado, la realidad es que el Citroen estaba muy bien de carrocería y justificaba su recuperación original.

Entonces comencé a conseguir los elementos faltantes, como ser tazas, faroles de posición, etc., con la idea de dejarlo original.

En eso me encontraba cuando en un viaje a Venado (habían pasado solamente 3 meses de comprar el Citroen), Jorge me ofrece su "cuadrado". Para mí era un lujo, ya que se trataba de un engendro pero muy bien hecho, en donde se veía la mano de mi tío Eusebio en todo el trabajo.

Nos pusimos de acuerdo con el precio, aceptó el Citroen en parte de pago, y concretamos la operación.

Recuerdo que fuimos a la Ruta a probar el auto, ya que yo nunca lo había manejado antes, a fin de que me familiarizara con su manejo.

Resulta que como tenía la palanca muy corta, los cambios quedaban muy juntos, con lo cual en un momento quise pasar de segunda a tercera, pero entró la primera, la cual no era sincronizada (no tenía la caja BA7), con lo cual se rompió y no lo pude traer conmigo. A la semana siguiente, Jorge lo trajo a Buenos Aires.

Casi al mismo tiempo, se produce la compra de mi segundo auto, el cual como no podía ser de otra manera, también fue antiguo.

Una viernes por la noche, regresando a casa desde la localidad de Bernal por la Avenida Mitre, a la altura de Wilde veo en una esquina un auto abierto bastante más grande que un Ford A.

Fiel a mi estilo, me detengo a verlo, y si bien estaba bastante deteriorado, lo observé detalladamente, identificando la marca en la insignia del radiador. Se trataba de un Graham-Paige, era un Doble Faetón, con ruedas de alambre, y presumo que se trataba de un modelo 1929.

Pregunté sus datos en una Estación de Servicio que estaba justo enfrente, supe que se encontraba en venta y cuanto pedían por el mismo, aunque en realidad no estaba interesado en comprar un auto antiguo.

Casualmente, una semana después, aparece publicado en el diario Clarín un aviso de un Graham-Paige 1930 Roadster Golfera.

Coordino por teléfono para ir a verlo (estaba en San Fernando), y cuando lo veo por primera vez (era un sábado por la tarde), me enamoré "a primera vista". Si bien necesitaba una restauración, me pareció que estaba bastante completo.

El auto había sido adquirido en Gualeguaychú (Provincia de Entre Ríos) al segundo dueño, quien a su vez lo tenía desde 1943, y lo habían traído a Buenos Aires, básicamente con la intención de revenderlo.

El precio era mucho menor que el del auto que había visto en Wilde, por lo que me decidí y a la semana siguiente lo compré.

Sin embargo, entre el Graham-Paige y el "cuadrado", decidí invertir horas y $$$ en este último, considerando que para el auto "de colección" habría tiempo más adelante. (aunque nunca pensé que debería esperar 20 años para verlo reluciente).

El "cuadrado", como todo auto "especial" (hot-rod, street-rod, etc.) era un auto muy personal, en donde cada detalle era a gusto de su dueño.

Así fue que a partir de ese momento comencé a imaginar todas las modificaciones que quería hacerle al auto (sin alterar su estructura básica).

Al cabo de un año el auto había cambiado por completo. Había mandado a hacer llantas de aleación de 8" adelante y 9" atrás, con cubiertas importadas de alta performance.

Había cambiado toda la iluminación frontal, ubicando dos faros grandes de Mercedes Benz camión (los mismos que luego adoptara nuestro autóctono y deportivo Antique fabricado por Eniak).

En los buches de los guardabarros había ubicado un juego de bocinas Bosch de Mercedes Benz nuevas. La tapa del radiador tenía adosada una alegoría de trofeo con un volante laureado.

Por dentro, había incorporado una consola de audio con Radio Pasacassettes Pionner, con ecualizador gráfico, y para lograr una buena acústica, en los asientos traseros ubiqué dos bafles de minicomponente Aiwa.

Quienes conocieron el auto, recuerdan la atención poderosa que llamaba. No pasaba desapercibido de ninguna manera. Llegó a provocar cierto caos en más de una ocasión, en especial al circular por zonas como Palermo, Recoleta, San Isidro.

Además de todo lo llamativo del auto, lo bueno era que su andar era casi el de un Peugeot de calle, en cuanto a consumo, velocidad, pero con el agregado que al haber bajado el centro de gravedad, y con semejantes cubiertas, tenía un agarre en curvas espectacular.

De más está decir que dicho auto participó en numerosas exposiciones, desfiles, hasta casamientos, incluido el mío. Pero esta es una historia en sí misma, que merece ser contada.

Obviamente, para mi casamiento, no podía utilizar un remise cualquiera. En un principio pensé en alquilar algún auto de colección, hasta que un día me pregunté: por qué no el "cuadrado"?

Silvia (mi esposa para más datos), estuvo de acuerdo, con lo cual el tema estaba resuelto. Aunque no era tan simple, ya que se presentaban algunos pequeños inconvenientes a ser resueltos:

Quién estaba en condiciones de manejar el auto que no fuera yo (al menos hasta llegar a la iglesia), teniendo en cuenta que tenía aspectos muy personales y no era tan sencillo de manejar. (de hecho, muy pocas personas lo habían hecho).

Otro tema era la Iglesia elegida. Resulta que la Basílica Nuestra Señora de Buenos Aires está ubicada en la Avenida Gaona sobre la mano izquierda.

(ya por ese entonces Gaona era mano única hacia la provincia).

Esto no sería ningún problema en un auto 4 puertas, ya que la novia al bajar del asiento trasero, lo hace directamente a la vereda. Pero el cuadrado, al ser dos puertas, obligaba a descender por la derecha. A tal fin, y a fin de facilitar los movimientos de Silvia con su vestido de novia, la butaca del acompañante había sido quitada.

Pues bien, para salvar estos aspectos menores, el "chauffer" elegido no pudo ser otro que mi primo Jorge, anterior dueño del auto, y realmente "capaz de cualquier cosa". El tema era que Jorge no conocía tanto Buenos Aires.

Además, se trataba de casi una carrera contra-reloj, ya que él llegaba de Venado Tuerto el mismo día del casamiento unas pocas horas antes, debía pasar a buscar el auto por Flores, luego ir hasta a Avellaneda (Pcia. de Buenos Aires) a buscar a Silvia y a mi suegro, y volver a Caballito a tiempo para entrar a la Iglesia.

Encima, luego de cumplir con todo este "fácil" trámite, debía dejar estacionado el cuadrado en la puerta de la Iglesia sobre la Avenida Gaona, en contramano, a fin de que Silvia pudiera bajar hacia la vereda directamente. Y obviamente, no se podía fallar.

Recuerdo que le dije a Jorge: "Yo voy a estar en el altar. Vos cuando llegues acercate al altar y haceme una señal de pulgar para arriba como que salió todo bien". Y Jorge cumplió, con creces.

Por último, la salida "triunfal" de la iglesia. Ahí, ya más distendidos, tanto Silvia como quien escribe, nos fuimos en el "cuadrado" (manejando yo), debiendo girar 180° sobre Avenida Gaona para retomar el sentido de circulación (no era cosa de circular en contramano tampoco).

Luego de casado, el "cuadrado" fue perdiendo paulatinamente algo de protagonismo y creo también de entusiasmo de mi parte. Ocurre que había comprado un auto de calle (Peugeot 504), con el cual casi me movilizaba a todas partes (viajes, paseos, compras, etc.) y el "cuadrado" lo usaba cada vez menos.

Esto se potenció al quedar Silvia embarazada: ya resultaba incómodo. Así fue como a principios de 1986, por fin acepté la perseverancia de mi amigo Emilio (otro "fana" de los fierros, enamorado de mi cuadrado).

Siguiendo mi diseño, había intentado sin éxito armar un aparato bastante parecido al mío sobre el casco de un Studebaker Erskine 1928 Sedan 4 Puertas, y que me perseguía para que se lo vendiera. Al final accedí, sobre todo porque estaba convencido que no iba a ser maltratado, y sí en cambio, aún mejorado y disfrutado.

Al vender el "cuadrado", cometí dos errores de los cuales -por distintos motivos- me arrepentiría con el tiempo.

El primer error fue que en lugar de destinar el resultado de la venta a la restauración del Graham-Paige, me dediqué a comprar más autos antiguos (obviamente sin restaurar).

En realidad las adquisiciones fueron bastante interesantes, al menos en teoría, considerando los autos seleccionados y con una visión de futuro:

Un auto era una Cupé Ford 1935 "tres ventanas", la cual funcionaba bastante aceptablemente y estaba relativamente completa. Un auto no demasiado visto dentro del modelo 1935 de la marca del óvalo.

El otro auto era un Chevrolet 1931 "Landau" carrocería Fisher. Para más datos, se trata del modelo más caro de Chevrolet fabricado solamente en 1931 y 1932.

En este caso se trataba en realidad de los restos del auto, los cuales en mi imaginación (ayudada por fotos de igual modelo restaurado) veía hermosamente restaurados.

Con lo cual, de repente me encontré con 3 autos antiguos, pero verdaderamente ninguno en funcionamiento al menos adecuado para poder "despuntar el vicio", ya sea en salidas o actividades de clubes.

Y (este es el segundo error) ya no tenía más el "cuadrado"...

Emilio conservó el "cuadrado" por varios años, luciéndolo en varias exposiciones de autos especiales.

Con el tiempo le cambió por completo la mecánica, colocándole un motor Chevrolet 250, con caja de cambios ZF y diferencial Torino, con lo cual se convirtió en un "fierro caliente" de verdad.

Pero luego, también para él se cumplió un ciclo, y lo vendió. A partir de ahí le perdimos el rastro por completo. Nunca más lo vimos.

Incluso mi primo Jorge lo estuvo rastreando para recuperarlo nuevamente, sin suerte.

Yo mismo a veces siento nostalgia del "cuadrado"...

Otra reflexión más (y van...): Adonde estará el "cuadrado"...

 

 

 


 

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