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MIS PRIMEROS 40 AÑOS CON LOS AUTOMOVILES
Por: Hugo Semperena

Capítulo 7

VIDA DE CLUBES

Mi relación "formal" con los automóviles antiguos comienza desde el mismo momento en que adquiero el Graham-Paige.

Avido de obtener información, me asocié al Antique Automobile Club of América, entidad pionera y líder de los automóviles clásicos y de colección en los Estados Unidos.

Además de una importante documentación relacionada con el Graham, provista por su sección biblioteca, bimestralmente recibía su "magazine" en donde se mostraban las distintas actividades del Club, historias de marcas y modelos, etc.

Localmente, y casi de casualidad, tomo contacto con el Club Amigos de Automóviles Antiguos C.A.deA.A.

Recuerdo que una noche, volviendo de la zona Sur del Gran Buenos Aires, por la Avenida Mitre a la altura de Sarandí, me llamó la atención ver en una concesionaria de American Motors (año 1980 - plena época "Martínez de Hoz" con la importación abierta de automóviles), una importante cantidad de autos antiguos.

Debido a que era muy tarde ya se encontraba cerrada, por lo cual volví el día sábado por la tarde.

Recuerdo que había ido en el "cuadrado", y luego de observar la muestra (se trataba de una Exposición organizada por el Club), traté de averiguar como se podía hacer socio. El entonces presidente Marcelo Leonardi, al ver el cuadrado, muy gentilmente me advirtió que dicho auto no condecía con el espíritu del Club. Sin embargo, al advertir que además poseía un Graham-Paige (aunque en restauración), fui rápidamente aceptado.

En C.A.deA.A. permanecí casi 12 años, en los cuales cumplí siempre un rol activo formando parte de la Comisión Directiva en carácter de Tesorero, y además encargado de preparar el Balance Anual.

Se trataron de años en los cuales el club tenía poco que ofrecer y sí en cambio demandaba mucho de los socios, en especial de los miembros de la Comisión.

Sin embargo, el aspecto positivo de dicha etapa fue el de vincularme definitivamente al mundo de los automóviles antiguos, conociendo las distintas instituciones del país relacionadas con el tema, conociendo verdaderas "bibliotecas andantes" en la materia, tanto del Club como de otros.

Al haberme vinculado a este ámbito muy joven (tan solo 22 años), pude aprender y perfeccionar conocimientos sobre fierros, historia, anécdotas, etc.

Además, pude participar activamente de distintas actividades organizadas por el club y por otras entidades, entre las que recuerdo por ejemplo el Salón del Automóvil organizado por el Club de Automóviles Clásicos en 1984 en el Centro Municipal de Exposiciones, en donde se reunieron más de 200 de los mejores antiguos y clásicos de la Argentina. Inolvidable.

Otra reunión que nunca olvidaré fue una organizada por 1982 por el Club de Automóviles Sport en el Haras La Colina cerca de Pilar. Se trató de una invitación a clubes, en donde se hacía un concurso de elegancia precisamente por clubes.

Fue C.A.deA.A. quien conquistó el 2° Premio, gracias a un Ford A 1931 sedan 4 puertas de lujo de "Coco" Varela, premio que tuvo un sabor especial ya que el ganador fue un auto único: el Krieger eléctrico 1898 de Alberto Lichtenstein, representando al Club de Automóviles Clásicos.

De esta persona (a la cual considero el máximo coleccionista del país, por la calidad y cantidad de las piezas que posee) quiero mencionar dos hechos.

Uno relacionado con ese mismo evento. Además del Krieger, este entusiasta coleccionista llevó una Maserati 300 Sport de fines de los 50, en un estado impecable. De por sí ya el auto es una pieza de excepción, pero lo realmente impresionante y difícil de expresar con palabras, es que llegó al predio en un trailer, con una funda transparente, siendo el "tractor" del trailer el Mercedes 1908 totalmente original sin restaurar, auto único en el mundo ganador de cuanto concurso se haga en el país, participante además de Rallys FIVA en 1986 en Europa, no solo funcionando, sino con resto para remolcar a otro vehículo. Increíble.

El otro hecho relacionado con esta persona, me tiene a mí como partícipe directo.

Sabido es que cuando esta persona comenzó con el "vicio" de los autos antiguos, sus 2 primeras obras fueron precisamente 2 Graham-Paige.

Además, luego armó una "baquet" sobre un chasis Graham-Paige.

O sea que algo de la marca conoce el hombre.

Es así que allá por 1988, cuando intentaba restaurar mi auto, y sin haberlo tratado previamente, lo llamé directamente por teléfono, me presenté como aficionado y socio de C.A.deA.A., tratando de obtener alguna información sobre la restauración de mi Graham.

No solamente me invitó a conocer su salón/museo, en donde pude observar todas sus piezas, en especial los Grahams, sino que me obsequió una fotocopia del Manual de Dueño de Graham-Paige 1930, toda una pieza de colección.

Este gesto no lo olvidaré nunca, ya que me mostró a una persona que a pesar de ser una personalidad dentro del ambiente, posee una humildad digna de destacar.

Otra actividad que recuerdo, se remonta al año 1984, junio para más datos.

El Automóvil Club Argentino cumplía 80 años, y quería realizar dentro de los festejos algo relacionado con los autos antiguos.

Hasta ese entonces el A.C.A. no había tenido una participación activa en el tema, más allá de exhibir tímidamente alguna de sus piezas en el Hall de su Sede Central.

Para ello se organizó una comisión, a la cual y casi de casualidad me integré, ya que por ese entonces trabajaba en el A.C.A., si bien en un sector totalmente ajeno al tema.

Mi tarea consistió en cursar las invitaciones a los distintos clubes, y colaborar en la diagramación del programa del evento.

A tal fin se convocó a todos los clubes del país y un frío sábado por la tarde, desde la Avenida del Libertador, comenzó una caravana por las calles de Buenos Aires, finalizando en la Escuela de Conducción que posee el A.C.A. en Palermo. Al arribo de las máquinas, se realizó una exposición, y se hizo entrega de premios por club.

C.A.deA.A. obtuvo el 2° premio siendo representado por el Buick 1910 del recordado Pablo Demilta.

Además, el A.C.A. obsequió a todos los participantes una placa recordatoria del evento, que reproducía las primeras patentes con que circularon los autos a principios de siglo.

Muchas de estas actividades las hice como "peatón", ya que no poseía un auto propio antiguo, con lo cual generalmente acompañaba a otro socio del Club a fin de no perderme estos acontecimientos únicos.

Ya a partir de 1990, al tener el Fiat 1100, comencé a ser protagonista "activo", participando en varios Rallys, incluso ganando algunos trofeos tanto en regularidad como en habilidad conductiva, las típicas pruebas que conforman un Rally de automóviles antiguos.

Mar del Plata, Campana, Luján, fueron algunos hitos en donde el "millecento" pudo demostrar lo suyo.

Incluso en el año 1991, en el Autódromo de Buenos Aires, en una reunión organizada por la A.A.A.S., el Fiat quedó inmortalizado en las páginas de la revista Road-Test, transitando una ghimkana.

Otra salida muy linda que recuerdo, y en donde participé con el Fiat 1100 acompañado de mi esposa Silvia, fue una invitación que nos hiciera el Martin Dale Country Club a todos los clubes de la Argentina, con motivo de la inauguración del club de campo, y con el objeto de dar a conocer el country a potenciales interesados en adquirir una parcela.

Se trató de una velada magnífica, con un almuerzo de excepción, rodeado del verde inmaculado.

Al final del mismo, se organizó un concurso de elegancia, por clubes, que nuevamente tuvo a C.A.deA.A. obteniendo el 2° Premio, y también nuevamente por medio del magnífico Ford A 1931 de "Coco" Varela.

Sin embargo, no fueron tantas las actividades como lo hubiera deseado.

Esto se debió principalmente a que la actividad en general todavía era incipiente, incluso dentro del Club no había muchos socios que participaran en Rallys organizados por otros clubes.

Además, tampoco mi situación económica me permitía participar frecuentemente en estos eventos, ya que no disponía de suficiente tiempo y dinero.

Por otra parte, casi 12 años de permanente actividad dentro de la comisión me fueron saturando un poco, y a principios de 1992 me alejé del Club, sumado además a algunas diferencias con ciertos miembros del club.

No obstante, he seguido permanentemente la "vida de clubes" a través de los medios, y a través de otros socios del Club con los cuales he mantenido una relación amistosa que hoy llega casi a 20 años.

Me propuse entonces que cuando tuviera terminada la Graham-Paige, volvería al Club para disfrutarla en salidas, exposiciones y eventos varios, hecho que finalmente pude concretar a fines de 1999.

PRIORIDADES DIFERENTES

Retornando al tema del Graham-Paige, por supuesto que siempre estuvo la intención de restaurarlo.

De hecho, desde el mismo momento de comprarlo traté de adquirir la mayor documentación posible del mismo, e incluso comencé una "desacertada" tarea de desarme del auto, avanzando con algunos pasos en la restauración, como ser cromados, platinados, y buscar algunos faltantes.

Digo "desacertada", ya que con el tiempo iba a comprobar que debido a este desarme no suficientemente planificado, la lista de faltantes se engrosó bastante.

El tema se comenzó a complicar por dos factores muy importantes, al menos para este hobby de la restauración: el espacio y el dinero.

A fines de 1987, mi padre debió vender su casa, la cual contaba con un galpón para 2 autos, más 3 cocheras especialmente construidas, lugar por demás adecuado para poder almacenar autos y repuestos.

Al mismo tiempo, yo decidí mudarme a una casa con lugar para un solo auto. Ahí fue a parar la cupé Ford 1935, ya que había vendido un Peugeot 504 para poder pagar parte de la casa, con lo cual la Ford, que era el único auto en condiciones "razonables" de marcha servía de medio de locomoción familiar.

Respecto del Graham-Paige y del Chevrolet, tuve que llevarlos a un galpón de un conocido del barrio que también acopiaba autos antiguos.

Ahí permanecieron más de un año, hasta que un día me entero que esta persona necesitaba más espacio en su galpón, y los había llevado a un lote detrás del Policlínico de San Martín en la Ruta 8, en donde los autos estaban a la intemperie y casi a punto de ser desmantelados. Por supuesto al enterarme de este hecho, inmediatamente comencé a moverme para recuperar y salvar los autos.

Es entonces cuando tomo conciencia que sería muy difícil la restauración de 3 autos, dada mi situación económica por esos tiempos, con lo cual finalmente decido quedarme con uno y esperar a poder restaurarlo algún día.

La elección recayó en el Graham-Paige, ya que había sido la primera adquisición, estaba (a mi entender) bastante completo, ya tenía algunas cosas hechas, y de alguna manera era el de mayor valor entre los tres, dada su escasez y características propias del auto.

Es en ese momento (fines de 1988) que encaro la restauración, aunque con un mal resultado.

Por una parte, envié a rectificar el motor en forma integral, a un taller especializado en Santos Lugares. Este punto fue resuelto satisfactoriamente, ya que el trabajo fue muy bien realizado.

Respecto del resto de la restauración, pagué ampliamente el derecho de piso y "caí" con una persona que me habían recomendado y que supuestamente era bastante bueno en el tema.

Incluso acordé abonar la restauración entregando el Chevrolet y el Ford en parte de pago, lo cual cubría casi el 80% del presupuesto, que incluía madera, chapa y pintura.

El hecho es que todo lo que se le hizo al auto fue desarmarlo, reparar parcialmente partes de chapa, "hacer" la madera, y no mucho más.

Con el tiempo, y al encarar una verdadera y profesional restauración, me di cuenta que todo lo hecho no servía para nada. Solamente el trabajo en el motor sí había sido bien realizado, ya que había sido encargado a verdaderos profesionales.

La cuestión fue que luego de más de 2 años, además moviendo el auto desarmado por tres distintos talleres a los cuales se mudaba este "restaurador", y al no avanzar, me di cuenta que había sido engañado, con lo cual retiré el Graham-Paige, antes de que pudiera perder piezas claves del mismo o bien el auto todo, llevándolo al galpón de un socio de CADEAA y amigo.

Fue en ese momento en que estuve a punto de venderlo, ya que pasaban los años y no podía concretar mi sueño de verlo restaurado. Sin embargo, afortunadamente lo conservé.

Recién en el año 1995, al mudarme nuevamente, pude acceder al sueño del garage amplio, con capacidad para 3 autos. Fue entonces cuando el Graham-Paige se reunió nuevamente conmigo, esperando su turno, pero al menos bajo mi propio techo (un poco más mimado...).

Su hora llegaría finalmente a fines de 1998, cuando luego de admirar las joyas mecánicas en la primera edición de "Auto Clásica" organizada por el Club de Automóviles Clásicos de San Isidro, es que me decido al fin a iniciar una verdadera y profesional restauración.

Afortunadamente mi situación económica había mejorado, y estaban dadas las condiciones para hacerlo, pero esto forma parte del capítulo "Sueño Cumplido".

Volviendo atrás en el tiempo, al entregar la cupé Ford en parte de pago por la restauración del Graham-Paige, me quedé de a pie, lo cual creaba cierta incomodidad, ya que mi hijo mayor Gonzalo todavía era muy pequeño, y debíamos trasladarnos en colectivo.

Todo esto era bastante complicado y nos limitaba bastante, especialmente porque con Silvia siempre habíamos estado acostumbrados a movernos en auto, incluso hasta optando con cual auto salir (el "cuadrado" o Peugeot).

Esta situación se "agrava" a mediados de 1989, al quedar mi esposa nuevamente embarazada.

Es en ese momento que comienzo a pensar en comprar un auto, teniendo la idea de algún modelo modesto y económico (obviamente usado), ya que no me interesaba un auto moderno (tampoco podía acceder a él), ya que en realidad que seguía soñando con mi Graham-Paige Roadster restaurado.

Pensaba en un Dodge 1500, Fiat 128, algo así. No mucho más.

En esto me encontraba, cuando casi milagrosamente, encuentro el auto que hasta ahora más satisfacciones me ha dado (incluso me atrevería a afirmar que supera al "cuadrado").

Justo el día anterior al nacimiento de mi hija Rocío, sábado 4 de Noviembre para más datos, Silvia se encontraba reposando en casa, y yo decido salir después de almorzar a caminar por el barrio un rato.

Caminando por la calle Maza, justo enfrente de donde tenía el galpón y taller el inolvidable "Cacho" Pieres, hay un garage de cocheras, y parado en la puerta estaba estacionado un Fiat 1100 blanco con techo azul. Se veía bastante enterito, y de puro curioso entro a preguntar al cuidador del garage si conocía al dueño y si sabía si estaba en venta.

La respuesta no la olvidaré jamás: "de ese auto no sé, pero aquí adentro hay otro igual, que el dueño usa muy poco y sé que lo quiere vender" me respondió.

Obviamente pedí verlo, y el hombre me llevó al interior del garage (bastante oscuro por cierto).

El auto no se podía ver muy bien, sin embargo me llamó la atención que al abrir la puerta se encendiera la luz de cortesía del espejo interior.

Solicité el teléfono al encargado y llamé al dueño esa misma tarde.

Recuerdo que me detalló el estado del auto, me dijo cuanto pedía por él, incluso agregando que lo dejaba con un aparato pasacassette.

El valor no era el de un auto antiguo, sino el de un auto de calle en buen estado. Combinamos para el día siguiente por la mañana para verlo y poder probarlo en marcha.

Cuando lo vi a plena luz del día casi me caigo de espaldas.

Se trataba de un Fiat 1100 modelo 1963, color celeste original, en un estado impecable, bien parado, el motor sonaba óptimo (tenía 80.000 Km reales de fábrica), las puertas cerraban como un auto nuevo. Recuerdo que salimos a dar unas vueltas y ni se sentía en los adoquines.

Al volver, ni siquiera me animé a regatearle el precio. Le dije que el auto era mío. Recuerdo que le dejé una reserva mínima, y convinimos que al día siguiente arreglaríamos el resto. Incluso en ese mismo momento me dio el Manual Original del auto.

Yo no lo podía creer.

Volví a casa, y le conté la novedad a Silvia. Realmente la noticia le fascinó.

Sin embargo, ese día quedará grabado para siempre por otro hecho más trascendente para nosotros: a las 17,15 hs. nació Rocío Soledad, nuestra segunda hija.

Ese auto representó para mí lo ideal, al menos de acuerdo a las posibilidades económicas de esos tiempos.

Por una parte, constituía un auto de uso familiar perfectamente adecuado para cualquier familia tipo (paseos, compras, viajes, etc.).

Con él hicimos varios viajes a Villa Gesell, Mar del Plata, Campana, Luján, etc. Su velocidad crucero en ruta era 85/90 Km, siempre atento al espejo retrovisor, bien por la derecha, y sin problemas de ningún tipo.

Por otra parte, con más de 25 años de antigüedad, ya era considerado para participar en actividades de clubes de autos antiguos y de colección.

Con lo cual, una vez aceptado para participar dentro del Club CADEAA, recuerdo que le conseguí inmediatamente los pocos accesorios originales faltantes (volante de dirección, tazas, cenicero), le coloqué las bandas blancas en las ruedas, y pasó a ser un auto "de colección" para utilizar en Rallys, caravanas, exposiciones, etc.

Dentro de su "pedigree" figuran entre otros, y hasta ahora, 2 exposiciones en Vélez Sarsfield, 3 Rallys (Mar del Plata, Campana, Luján), un Premio de la AAAS en el autódromo (con foto incluida doblando en una ghimkana publicada por "Road-Test"), otra nota en la misma revista sobre los denominados "nuevos clásicos".

Además, es realmente increíble la atención que despierta en la calle. Mayores, jóvenes, etc. no paran de alabarlo, recordando que su padre, abuelo o vecino tuvo uno de ellos.

Ocurre que el Fiat 1100 constituyó un hito de la marca, tanto en Italia como en Argentina, y en muchas otras partes del mundo. Incluso, tengo conocimiento de que por ejemplo en India, se fabricó bajo licencia hasta el año 1996.

Además, como se trataba de un auto muy robusto, duraba por muchos años, y es el día de hoy que -más allá de los Fiat originales de colección- se ven numerosos de ellos circulando por las calles de todo el país. También es muy común cambiar señales de luces y bocinas cuando me cruzo con alguno de ellos por la calle.

Justamente por esto, es que luego de alejado del Club CAdeAA, me decidí allá por 1995 a crear una agrupación de Fiat 1100.

La misma recibió la denominación de "Scudería Millecento", y logré establecer contacto con una veintena de propietarios del modelo de Capital, Gran Buenos Aires, e incluso del interior del país. Sin embargo, se hizo muy difícil poder convocarlos para salidas, reuniones y otras actividades.

No obstante ello, pude contactarme con otros propietarios de Fiat, no solamente 1100, y a fines de 1998 se constituyó el "Club Fiat Clásicos de Argentina", retomando el ritmo de salidas, desfiles, encuentros. En esta agrupación (todavía en etapa de formación y consolidación) mi rol es el de un socio más, sin cargar con la responsabilidad ejecutiva y administrativa, pudiendo disfrutar a pleno los distintos acontecimientos que se van desarrollando.

 

 


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