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XXIIº Mille Miglia - 01 y 02 de Mayo de 1955
Brescia - Roma - Brescia

Mil seiscientos kilómetros contra reloj
Por Cristián Bertschi y Estanislao Iacona

La edición del año 1955 de la mítica prueba rutera italiana tuvo un ganador inglés por primera vez en su historia. El joven Stirling Moss manejó un potente Mercedes Benz 300 SLR del equipo oficial, y junto al reconocido periodista inglés Dennis Jenkinson, se impuso en tan solo 10 horas, 07 minutos y 48 segundos, estableciendo un nuevo récord absoluto para la carrera.

Programa oficial de la XXIIº Mille Miglia

Brescia - Roma - Brescia
Desde su primera edición en 1927, la Mille Miglia fue considerada una de las pruebas más difíciles y peligrosas a nivel mundial, debido a las dificultades que el correr en rutas abiertas y en caminos de montaña generaban en la conducción. Con partida en la ciudad de Brescia, la carrera pasaba sucesivamente por Verona, Vicenza, Padova, Ferrara, Ravenna, Rimini, Pesaro, Ancona, Pescara, L`Aquila, Rieti, Roma, Viterbo, Radicofani, Siena, Firenze, Bologna, Modena, Reggio Emilia, Parma, Piacenza y Mantova, llegando nuevamente a Brescia.

La importancia que fue con el correr de los años, llevó al Chueco Fangio a sostener que él bien hubiera resignado un campeonato mundial por una Mille Miglia, que en 1953 estuvo muy cerca de ganar al volante de un Alfa Romeo 6C 3000 CM berlinetta de carrocería Colli. El argentino era puntero en Roma, y a escasos 30 kilómetros de la llegada a Brescia, un extremo de dirección del Alfa dijo basta. Fangio se las arregló para llegar segundo sin dirección en una rueda, siendo superado por sólo 40 segundos por la Ferrari 4.5 del Conde Giannino Marzotto. En 1957, y tras un accidente que le costase la vida al marqués Alfonso de Portago, su acompañante Ed Nelson y diez espectadores, la carrera fue suspendida para siempre quedando en el recuerdo como una de las pruebas más difíciles que se han disputado con autos de carreras.

Vista aérea de la Piazza della Vittoria. Autos como el Ermini 1100 c.c., una OSCA MT4 y un Moretti 750 c.c. by Michelotti pueden verse mezclados con Ferraris y Maseratis

El avance alemán
En 1954 Mercedes Benz había vuelto a las carreras. El equipo, que no competía en forma oficial desde la preguerra, había contratado como director al enérgico Alfred Neubauer y presentó autos de gran avanzada para la época que triunfaron desde su debut. El equipo de Fórmula Uno tenía como primer piloto al ascendente Juan Manuel Fangio, los alemanes Hans Hermann y Karl Kling, y el inglés Stirling Moss. Además de los autos de F1 la fábrica también trabajaba en la construcción y puesta a punto de autos sport.

Para la Mille Miglia de 1955, el equipo alistó cuatro Mercedes 300 SLR para sus pilotos oficiales. Fangio eligió correr solo, sin acompañante. El joven Moss, de sólo 25 años, lo haría con el famoso periodista inglés Dennis Jenkinson, más conocido como Jenk. Ambos habían trazado un plan que a la postre resultaría perfecto, y para el cual el equipo Mercedes había dado su total apoyo. La única manera de ganar la Mille Miglia era memorizar los casi 1700 kilómetros de recorrido lo más detalladamente posible. Para ello Neubauer tenía planeado que cada piloto hiciera la ruta cinco veces. Kling, el más perseverante, hizo casi 15.000 kilómetros de práctica. Pero Moss y Jenk tenían, mas allá de los kilómetros a recorrer de práctica, una novedosa estrategia de carrera. Irían anotando todas y cada una de las curvas y largas rectas, retomes, trepadas, puentes y pasos por ciudades. Todo indicado con un grado de dificultad en código. Jenk llevaría una especie de caja con dos carreteles que iría girando para dejar pasar la información a través de señas y gestos, previamente acordados con Moss.

En primer plano la Maserati A6GCSs del Toscano Sbraci (631) quien llegaría decimo segundo en la clasificación general

07:22 Camino a la gloria
A las nueve de la noche del sábado primero de mayo el primer auto partió desde la rampa ubicada en la punzzunatura en Brescia. Largaban con intervalos de un minuto, comenzando por los de menor cilindrada. De esta forma, los poderosos Mercedes Benz y las Ferrari, partirían a la mañana siguiente. Stirling Moss y Dennis Jenkinson dormían cuando el primer auto partió en busca de completar los 1600 kilómetros. A las 06:30 de la mañana el dúo reportó ante Alfred Neubauer mientras los mecánicos daban los últimos ajustes al Mercedes Benz 3.000 c.c. de ocho cilindros a inyección. A las 06:58 partió raudo y veloz "El Chueco" Fangio, a las 07:01 lo hizo Karl Kling y a las 07:04 Hans Hermann. Moss y Jenkinson partieron a las 07:22, con dos de sus más serios rivales a espaldas; Castelotti, a las 07:23. en una Ferrari 4.4 de seis cilindros y el veterano Piero Taruffi con otra Ferrari de 3.7 litros, a las 07:28.

Mercedes Benz ponía todo en el asador, contaba con pilotos de primo cartello y además apostaba a su táctica y la confiabilidad de sus máquinas. Cuando cayo la bandera de largada, el Mercedes descendió la rampa y de costado a todo o nada, se abrió paso ante la multitud, que a medida que el auto se alejaba iba ocupando nuevamente la ruta.
A treinta segundos de partir el Mercedes de Moss aulló como cobrando vida, el joven inglés ajustó sus antiparras, y Jenk se alistó mentalmente para diez largas horas de concentración, donde un error podía costarles la carrera y hasta sus propias vidas.

Larga Fangio a las 06:58

El primer tramo de la prueba recorría el camino de Brescia a Verona, tramo de largas rectas, donde el Mercedes pasaba sin cesar autos de menor cilindrada. El motor iba firme en 7.500 vueltas, a unos 300 kilómetros por hora. Jenk tenía una misión más allá de indicarle la ruta a Moss, se encargaría de hacer sonar la potente bocina del Mercedes, que trabajaba en conjunto con las luces altas, indicando tanto a otros competidores como al público que debían abrir paso.

Al llegar a Padova, Moss le hizo señas a Jenk para que mirase hacia atrás. Endemoniado, poseído, Castelotti y su Ferrari estaban a la cola del Mercedes. Ambos autos entraron a Padova a unos 270 kilómetros por hora, uno pegado al otro. El camino tenía una pronunciada curva a la derecha que Jenk indicó a Moss. El inglés hizo lo que pudo para parar el Mercedes, y si bien lo logró, se había pasado en la frenada y Castelotti pasó raudo y veloz mirando fijamente al sorprendido dúo, cuando Moss aceleraba a fondo nuevamente al Mercedes para ponerlo en carrera.

Los nervios quedan atrás, el Mercedes Benz baja la rampa y se dirige a lo que sería un nuevo
récord absoluto en la Mille Miglia, y la primera victoria de un dúo inglés

Moss intentó seguir a la Ferrari, pero la máquina italiana era más rápida en lo recto, y finalmente Eugenio Castelotti y su auto se perdieron de vista, dejando pronunciadas marcas negras de desgaste de las cubiertas en todas las curvas.

Persecución hasta Roma
Moss no se desanimó y puso al Mercedes a fondo bordeando el río Po hacia el sur, pasando por Ferrara y Ravena. Jenk tuvo, durante las largas rectas, algo de tiempo para ver el paisaje Italiano, gran cantidad de gente a los costados de la ruta y a la vez, gran cantidad de autos que ya habían hecho abandono de la prueba. El esfuerzo de recorrer el camino en casi cinco oportunidades antes de largar daba sus frutos. Venían segundos y a escasa distancia del líder, Castelotti.

Al llegar a Ravenna el dúo inglés hizo su primera parada en un control oficial de la prueba, y ni bien Jenk tuvo firmada la planilla, Moss puso al Mercedes nuevamente en route, camino a Forli bordeando los Apeninos, para pasar por Rimini y la costa del Adriático. Al salir del control oficial comprobaron que la Ferrari de Castelotti, tal vez por cuanto la había mortificado el italiano, estaba detenida en un puesto de aprovisionamiento del equipo de Maranello. Moss y Castelotti cruzaron miradas nuevamente, ahora eran Moss y Jenk quienes sonreían socarronamente...

Humberto Maglioli sobre la Ferrari 118 LM (705) de 3.7 litros.
Sería tercero en la general

En una larga recta bordeando el Adriático, Jenk sacó una pequeña bolsa donde llevaba su desayuno, y al quitarse por un segundo las antiparras para poder comenzar a saborear algunas galletas, la bolsa con su comida y sus anteojos, que usaba debajo de las antiparras ¡pasaron a ser parte del paisaje! A más de 280 km/h todo era muy vertiginoso, y la turbulencia terminó con su desayuno y sus anteojos. Afortunadamente Jenk tenía de reserva otro par de lentes, el desayuno tuvo que esperar...

En el control de Pescara el Mercedes hizo su primera parada para reabastecerse. En escasos 28 segundos los mecánicos cargaron el suficiente combustible como para que el auto llegase a la siguiente parada en Roma, limpiaron el parabrisas y alimentaron a Moss y Jenk con bananas y jugo de naranja. En menos de medio minuto el Mercedes salía como un rayo con destino a Roma. Sabían que el líder de la prueba era ahora Piero Taruffi, el viejo zorro italiano, mientras que de Castelotti no había noticias.

Al entrar a Pescara un nuevo susto. En una curva casi ciega Moss llegó pasado y el Mercedes se iba fuera de la ruta con las gomas bloqueadas, pegando fuerte contra las defensas de paja y armando un desparramo cual si un zorro entrase en un gallinero! Moss logró sacar al Mercedes por sus propios medios, puso primera y el motor, sano como cuando salieron de Brescia, ejecutó su música nuevamente. Jenk miró de reojo el indicador de temperatura durante varios minutos; el pasto podría haberse metido en el radiador, pero todo estaba en orden.

La pareja llegó a Popoli luchando la carrera curva a curva. En L'Aquila Moss se detuvo nuevamente en un control, sólo unos instantes y cuando la planilla estuvo firmada partió para Rieti y luego a Roma.

Quien es primero en Roma no es primero en Brescia

Durante toda la Mille Miglia el público era realmente un problema. La gente avanzaba sobre la ruta y sólo se corría cuando veía venir los autos, y a la vez, ni bien un auto pasaba invadían el camino para verlo irse. Esta actitud de la gente era extremadamente peligrosa. Durante casi toda la prueba Jenk iba haciendo sonar la bocina, que accionaba a la vez las luces altas, pero esto no era suficiente para espantar las masas de humanos que presenciaban la prueba.

Si la cosa había sido complicada hasta Rieti, llegando a Roma se hizo imposible. Los espectadores se agolpaban de a montones complicando el paso. Moss hubo de disminuir sensiblemente la velocidad en mas de un tramo, y donde podía llevar el Mercedes a casi 300 km/h lo hacía a escasos 260.

En Roma estaba el box del equipo Mercedes con Neubauer a la cabeza, y el dúo inglés saltó del auto a lo Batman y Robin. Los mecánicos comenzaron el reaprovisionamiento. Brescia - Roma había sido un excelente promedio de más de 180 km/h. Moss y Jenk estiraban las piernas, el auto recibía nuevas gomas traseras, combustible y una limpieza en los pequeños parabrisas. Ambos sonrieron al saber que lideraban la Mille Miglia por casi dos minutos sobre Piero Taruffi y su Ferrari.

Casi un minuto y treinta segundos después de haber parado, estaban nuevamente en marcha, ahora era en el tramo final. En la cabeza de ambos resonaba la frase "quien es primero en Roma, no es primero en Brescia", frase hecha en base a la cantidad de veces que un líder de la prueba rompía el auto en el segundo tramo.

"El Chueco" Fangio llega a Brescia, segundo en la general a sólo 18 minutos del
ganador

Nuevamente en ruta, las señales que Jenk le impartía eran casi perfectas, y Moss pasaba autos con facilidad. Dejaron atrás Vetralla y Viterbo, no sin tener un susto en una difícil curva que Jenk indicó tarde. En Radicofani el Mercedes tuvo un nuevo fuori pista, sin consecuencias para el auto ni sus pilotos, sólo otro susto. Al llegar al control de Siena, no había información sobre quien lideraba la prueba y Moss, determinado a ganar, volvió a poner al Mercedes en ruta, no escatimando una sola pizca de acelerador. El paso por Florencia y Bologna fue fugaz, el Mercedes sonaba como siempre.

El famoso y difícil paso de la Futa y Raticosa fue recorrido en sólo 61 minutos. Moss seguía a fondo sin saber que Taruffi había abandonado por problemas en la bomba de aceite de su Ferrari. Fangio era segundo, pero a más de 18 minutos. Si el auto aguantaba, las Mille Miglia estaban aseguradas.

Victoria inglesa
Modena, Reggio Emilia y Parma vieron pasar al Mercedes poseído, con Moss firme al volante, y Jenk concentrado en su hoja de ruta. Llegando a Mantova pasaron a un pequeño Citroën que había salido de Brescia mientras ambos dormían.

Moss y Jenk con las huellas de la carrera en sus caras. Son los flamantes ganadores de
la Mille Miglia 1955

En su camino a la victoria, el Mercedes ganaría la copa Tazio Nuvolari, para quien hiciera el tiempo más rápido entre Cremona y Brescia.

Cuando el Mercedes se aproximaba a la llegada, el barbado Jenk guardaba prolijamente su cajita con la hoja de ruta que tanto trabajo había costado confeccionar, sus antiparras y susanteojos.
Al llegar al box de Mercedes todo fue júbilo y alegría, Moss y Jenk se abrazaron como dos hermanos que hacía años no se veían, lloraron, se volvieron a abrazar, y le dieron a Inglaterra la primera Mille Miglia.
Neubauer en una pequeña ceremonia felicitó a los pilotos, quienes luego se retiraron, Jenk por una tina de baño bien caliente y el joven Stirling para bañarse y conducir su Mercedes Benz 300 SLR por la noche europea hacia Stuttgart.

Relajados, contentos, ganadores. Moss y Jenk enseñan los trofeos a la prensa


Clasificación Final

1º - Stirling Moss y Dennis Jenkinson - Mercedes Benz 300 SLR - 10 hs. 07 min. 48 seg.
2º - Juan Manuel Fangio - Mercedes Benz 300 SLR - 10 hs. 39 min. 33 seg.
3º - Humberto Maglioli - Ferrari 118 LM (705) de 3.7 litros. - 10 hs. 52 min. 47 seg.


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