Tres Arroyos, la carrera trágica
Por: Bocha Balboni


A setenta años de aquel drama

Las carreras de autos son un actividad especialmente riesgosa, lo que se puso en videncia desde las primeras pruebas realizadas en Francia donde el mismo Marcel Renault uno de los fundadores de marca, perdió la vida en una Paris-Madrid en 1903, nada mas que por mencionar uno de los primeros y mas conocidos que pagaron con su vida su interés por desarrollar el automóvil y su pasión por el deporte que nacía.

A medida que mejoraban los autos también lo fueron haciendo las medidas de seguridad para pilotos y público, apoyados en la experiencia que se iba haciendo. Muchos países prohibieron las carreras en rutas y en Suiza todavía hoy no se corre en velocidad ni siquiera en circuitos cerrados.

Nuestro país no fue excepción y a medida que se incrementaban las velocidades se fueron multiplicando los accidentes y agravando sus consecuencias. El desarrollo de carreras en rutas o en circuitos precarios o improvisados involucra aún más al público en las consecuencias ya que es mas difícil de controlar en ese entorno.

Restos auto Fermin Martín

Sin embargo, ya en la época contemporánea uno de los accidentes mas pavorosos que se recuerda fue casualmente en la inauguración del autódromo municipal de Buenos Aires, donde Giusepe Farina al despistarse se precipitó contra el público mal ubicado en lo que hoy conocemos como el curvón, o la ese del ciervo al prolongarse. Se corríó en sentido contrario al actual.

Los aficionados al TC tradicional no podemos olvidar la desgracia acontecida a Juan Carlos Navone cuando en  la llegada de un Gran Premio venía corriendo a toda velocidad en ese embudo que forma el publico e  interpretó que se abrirían como lo venían haciendo y lo  hicieron, pero hacia un costado, ya que estaban parados sobre  la rotonda de San Justo, pero por falta de referencias que el público tapaba, no pudo ver, no dobló incrustándose entre la multitud, con el resultado imaginable. Penoso.

Bordeaban los circuitos árboles,  postes y alambrados que guillotinaron cabezas de no pocos pilotos o acompañantes, público temerariamente  ubicado, o cruzando la pista, sumaba inseguridad.

Pero de las carreras antiguas, de la época de las baquets, siempre se recuerda La Trágica de Tres Arroyos, una de las carreras que quedó signada por un accidente de proporciones dantescas donde una cantidad de ingredientes se combinaron para mal.

La precariedad de la seguridad de los autos en si empezaba en aquel tiempo por el tanque de combustible instalado inmediatamente tras el asiento, totalmente expuesto. Los frenos, los neumáticos, las direcciones y suspensiones configuraban vehículos sumamente inestables. Los circuitos abiertos de tierra, largos, difíciles de controlar, pocos lograban condiciones que impidieran que con el paso reiterado se levantara polvo.

Restos auto Ruiz

Ya contamos cuando acá mismo en Esperanza, la tierra que no se iba por falta de viento contribuyó a  causar un accidente, gracias a Dios sin consecuencias graves, aunque dos autos rotos.

La de Tres Arroyos, tristemente recordada como “La trágica” organizada e iniciada el 13 de noviembre de 1938, debió suspenderse apenas transcurridos 16 minutos. Cuando los competidores llegaron a cumplir con el primer circuito se fueron encontrando que no se había asentado el polvo levantado en la partida, la situación se fue agravando con el transcurso de las vueltas de manera que entraban ciegos a la recta principal donde había gran cantidad de publico, los boxes  y el palco de control.

Después del accidente que costara la vida en Casilda el año anterior, Fermín Martín había comprado ese  auto y acompañado por el hermano de Carlos, Miguel Zatuszek, indemne en aquél triste suceso, largaba tercero. También intervenía Juan Manuel Fangio con Ford V8 que largó 11°.

Fermin Martín

Por la extensión del circuito de 13 km de recorrido, aunque se levantaba mucho polvo parecía imposible que trajera problemas. No obstante se originaron algunas dudas sobre su realización, pero se largó, y tan difíciles fueron las condiciones que marchado en primera posición el santafesino Ochoteco (Alfa Romeo), seguido de su coterráneo  Brosutti (Mercedes) al cumplir 16 minutos de carrera se encontraron frente al palco oficial con la polvareda sin asentarse dejada por los autos en las pasadas anteriores,  en ese sector no soplaba viento lo que agravó las circunstancias, aún al haberse desgranado la fila india.

Cuando todos empezaban a pensar que debía detenerse la prueba por falta de visibilidad, el comisario deportivo Pedro Motta empuña la bandera roja, difícil de ver por la polvareda, en tanto por la izquierda buscando el ingreso a los boxes, Abramor (Insignia de oro), golpeado por el Fiat de Sogetti, es empujado dentro de estos. El Fiat vuelve al centro de la calzada donde lo golpea Canziani, todos estos a menor velocidad. En tanto, tal vez sin verlos y sin tocarlos pasa milagrosamente a ritmo de carrera, Olivari (Mercedes), tapando todo con más tierra.

Plácido Ruiz

Con pilotos y público tratando de ayudar, la calzada obstruida e invadida,  sobre la derecha y  buscando  la banquina se detenía el auto de Plácido Ruiz (R.E.O.) con sus ocupantes descendiendo cuando se escucha venir otro auto, tratan de alejarse, pero Ruiz se enreda en el alambrado.  Fermín Martín era el que venía a toda velocidad, embistiendo violentamente al R.E.O. detenido. Ambos autos estallan en llamas que alcanzan a Ruiz salpicado de combustible, atrapado en los alambres, en tanto el espectador Carlos Ramón Tripaldi que intentaba ayudarlo corre la misma suerte.

El pesado y voluminoso Mercedes de Martín y Zatuszek vuela por el aire casi cien metros,  cae en llamas despedazándose,   despide a sus ocupantes  que fallecerían poco después, al igual que Ruiz y Tripaldi. También sufre graves quemaduras un hermano de este último, que penosamente logra recuperarse.

Cuatro muertos, cinco autos destrozados (dos irrecuperables), y heridos, lamentable saldo,  pero hasta exiguo si tenemos en cuenta que ocurrió frente al palco de control y abastecimientos donde se encontraba la mayor cantidad publico, que era muchísimo.

No todas las versiones son exactamente coincidentes con esta pretendida explicación de la sucedido, difiriendo en algunos detalles, pero similares en el lamentable resultado.  Reúno aquí lo mas coincidente de las varias versiones que tuve oportunidad de consultar.

Muertos Zatuszeck, hacía un año, y ahora Fermín Martín y Miguelito, el cuñado - compinche de muchas hazañas y carreras de Carlos, Juan Mackzac, dolorido y desilusionado, decide enterrar los restos del auto en el patio del taller para que nunca mas nadie volviera a matarse con ese auto. Esa la anécdota, tal como Borocotó la escribió.

En cambio tuve oportunidad de hablar con un nieto de Juan Mackzac, el señor Roberto Girola, quien me contó que al fallecer su abuelo buscó palmo a palmo en ese terreno sin encontrar nada. Tan grande era el dolor de Mackzac, que me cuenta que no era posible hablar del aquel tema  en su casa.

En algún sentido siempre tuve para mi que antes había otro concepto de la vida. Esa gente había visto sufrir y morir tanta gente de pestes, hambrunas, guerras que no parecían impresionarse mucho por las que ocurrían, sin embargo este hombre curtido en la IGM había sido marcado por esas desgracias.

Así, en esa trágica carrera de Tres Arroyos se apagaba la vida de este espectador solidario, y tres deportistas, entre ellos el primer esperancino en sobresalir en el automovilismo nacional, Placido Ruiz, en ese momento residiendo en la capital de nuestra provincia.
 

 

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