Historias de Alemanes, Franceses, Italianos y Suizos
Por: Alberto A. Guerrero

Por una cuestión de afinidad y de acercamiento a la historia de San José, mi ciudad; donde las corrientes migratorias que la formaron tienen componentes de estas cuatro nacionalidades, me siento impulsado a contar brevemente los comienzos de la evolución del automóvil y de cómo se dio en los países de donde hace más de un siglo y medio llegaron los inmigrantes que fundaron esta población.

Rudolf Egg al volante de uno de sus automóviles

Sin duda alguna se ha establecido en la historia del automóvil que se reconoce su origen cuando este se patentó como un vehículo integral, que podía propulsarse con un motor de explosión, que fuera simple y maniobrable. Todo este proceso terminó de redondearse entre 1884 y 1886, a sabiendas de que fueron Gottlieb Daimler y Karl Benz quienes mejor interpretaron esa la idea y por eso se los considera como los “padres del automóvil”. Esto se dio así por el lado de Alemania, y por ende se considera que desde este país surgió el invento que revolucionaría el siglo que estaba próximo a inaugurarse. Sin embargo en Francia se dieron hechos que fueron relacionando a una serie de personajes, todos persiguiendo el mismo objetivo. Todo esto da, lógicamente, para narrarlo en historias separadas (aunque en el fondo sean inseparables) pero no es el objetivo de esta nota. Resumiendo: En Francia, Edouard Sarazin contactó a Daimler con Panhard y Levassor con el objetivo de que los socios explotaran en Francia las patentes del inventor alemán. Así se dio la situación de que ambos países marcaron la vanguardia del desarrollo automotor en sus primigenias etapas. En 1888 la firma “Panhard et Levassor” fabricó un número no muy grande de motores a gasolina bajo licencia Daimler, de los que a su vez se aseguró la compra por parte de Armand Peugeot. De esta manera se van entremezclando personajes y se va también escribiendo la historia. Porque tanto René Panhard, como Emile Levassor y Armand Peugeot ya vislumbraban, aún sin imaginarse hasta qué punto, las posibilidades y el desarrollo que podía alcanzar el nuevo invento. Los motores fueron entregados en marzo de 1890 para ser montado sobre el primer automóvil Peugeot, que en definitiva se construyó en los talleres P & L, en tanto estos hacían también su primer chasis. De hecho en 1891 Emile Levassor ideo el “sistema Panhard”, por el que se ubicaba el motor en la parte delantera del vehículo y a través de un sistema a cadena transmitir la potencia a las ruedas traseras. Hablando en criollo: hizo que los automóviles vayan teniendo forma de eso y no de “carreta con motor”. También cabe destacar que los primeros autos de “Panhard et Levassor” estuvieron equipados con motores Daimler.

Michele Lanza y un grupo de amigos sobre su carruaje motorizado de 1895

Ahora bien, las noticias acerca de los avances que iba teniendo este nuevo invento, que desvelaba a más de uno, corrían por toda Europa. En muchos países ya se habían hecho experimentos aislados en su momento en cuanto a la proyección y construcción de motores de distinto tipo, desde los de vapor hasta los de combustión interna utilizando por ejemplo gas de petróleo o gasolina. En el caso de Italia la construcción de un automóvil en forma integral se dio un poco más tarde, más allá de que ya desde 1874 el ingeniero Enrico Bernardi (Profesor de Hidráulica y Maquinaria Agrícola en la Universidad de Padua) había estado experimentando un motor “atmosférico”. Entre 1882 y 1884 construyó el “Pia”, un pequeño motorcito a nafta para mover máquinas de coser; e incluso montó un motor idéntico a este en un triciclo de su hijo Lauro. Cabe recordar que estos trabajos se desarrollaron en forma contemporánea a los de Daimler y Benz. No obstante, el primer automóvil construido en Italia rodó por las calles de Turín en la primavera de 1895 y fue obra de Michele Lanza.

Triciclo de Karl Benz

Alto, robusto, de facciones muy marcadas, aspecto severo aunque cordial y de pocas palabras, Lanza era el verdadero prototipo del piamontés de buena cuna. Nació en Rívoli, unos 14 kilómetros al oeste de Turín, el 7 de agosto de 1868 y veinte años más tarde, a la muerte de su padre, se puso al frente de la empresa familiar que fabricaba velas de estearina; pero que tras varias transformaciones se transformó en la “Industria Química Mira – Lanza”. Este piamontés emprendedor era un inventor de alma y verdadero apasionado de la mecánica. Durante largas horas de trabajo fue construyendo su carruaje motorizado; con la colaboración de los hermanos Martina, quienes facilitaron sus talleres, en tanto el geómetra Giuseppe Stefenini se encargó del diseño. El vehículo no distaba de lo conocido por aquel momento, o sea lo más parecido a un carruaje de caballos pero con motor. El chasis era de acero, rudimentario y robusto. Con un motor de dos cilindros horizontales montado en la parte posterior. El encendido se lograba mediante tubos de platino, el embrague era de discos de cuero, la “caja” de tres cambios y retroceso y engranajes al descubierto (sin carcaza). La transmisión era a cadena y el comando de dirección constaba de una barra vertical con manubrio y otra horizontal que hacía girar el eje delantero completo a través de un plato. Las ruedas eran de madera con llantas de hierro sobre las que actuaban unos precarios frenos a patines.

Entre 1896 y 1902 Lanza construyó cerca de una docena de automóviles diferentes. En 1898 fundó la “Fabbrica di Automobili Lanza”, que en realidad no perduró porque su creador siguió aferrado a la filosofía de inventar y construir solo por la satisfacción personal de hacerlo. Incluso no se conservaron ejemplares de sus carruajes por la sencilla razón de que el propio Lanza se ocupó de hacerlos destruir. Sin embargo la obra de este singular personaje fue la puntada inicial para que Turín se transformara luego en el epicentro mismo de la industria automotriz italiana. Michelle Lanza falleció en Turín el 15 de agosto de 1947.

El primer automóvil de Gottlieb Daimler

Por el lado de Suiza, oficialmente se presentó un automóvil en la “Exposición Nacional de Suiza”, celebrada en Ginebra en 1896, proveniente de la vecina Francia. Pero en lo que hace a la construcción propiamente dicha, el primer ciudadano suizo en idear un vehículo de cuatro ruedas, movido por un motor de pistón, fue Isaac de Rivaz, oriundo de Sion, en 1806. El invento fue patentado el 30 de enero de 1807 y hacia 1913, de Rivaz realizó algunas pruebas en las que alcanzó una velocidad de 3 kph. Muchos años más adelante, en 1887, los ginebrinos Thury y Nussberger construyeron un triciclo con motor a vapor con el que realizaron numerosas pruebas de funcionamiento. Quince años después, en 1893, el ingeniero Rudolf Egg dio forma a un primer vehículo de su confección, un triciclo movido por un motor de petróleo, colocando la “piedra fundacional” para lo que pronto se transformó en una floreciente industria. Por entonces Suiza contaba con una muy desarrollada industria mecánica, que pronto se volcó en gran parte a la producción del nuevo medio de locomoción. A partir de 1895 se abrió un número importante de fábricas de automóviles y desde el principio los coches suizos fueron apreciados por su calidad de manufactura. El primer proceso de fabricación en serie se encaró en 1895 por parte de Rudolf Egg. Asociado con un banquero de apellido Egli, Egg fundó en 1896 la “Egg & Egli Tricicles”. Hacia 1904 la compañía se mudo a Wollishofen, pasando a funcionar bajo el nombre de “Motorwagenfabrik Excelsior”, fabricando años más tarde motores de aviación. Aún antes de 1900 y pasado ese año, se fundaron en Suiza más de veinte fábricas de automóviles. Algunos de esos precursores fueron Friedrich von Martini, de Neuchatel; Piccard-Pictet, de Ginebra; Charles y Frédèric Dufaux, de Ginebra; Martin Fischer, de Zurich: Adolph Saurer de Arbon; Lorenz Popp, de Basilea y Paul Vorbradt de Zurich.